Pesadilla Color Carmesí parte 2 Capítulo 1 Pesadilla color carmesí

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Mi respiración se congela y el pánico empieza a subir dándome escalofríos. Cierro los ojos intentando tranquilizarme, pero el pánico me desborda saliendo en forma de lágrimas frías manchando mis mejillas. Cuando logro tranquilizarme me levanto del suelo sacudiéndome el polvo. Respiro hondo y profundamente para ayudar a calmar mis nervios. Cierro los ojos antes de mirar nuevamente al arbusto y vuelvo a mirar no hay nada, creo que mejor regreso a casa.

Corro rápidamente de regreso, necesito apurarme para estudiar.

Eso fue aterrador, ¿qué rayos había sido aquello? ¿Una señal de que algo malo va a pasar, o una premonición de que otra chica va a desaparecer o el asesino de los periódicos?

Al llegar a casa por suerte nadie se ha levantado, normalmente estoy fuera antes de que se despierten y con eso puedo evitar el comienzo de una mala mañana.

Entro rápidamente a mi cuarto tomando ropa interior, un vaquero azul oscuro, una blusa roja con unas letras en blanco, un canguro de lana y voy a tomar un baño. Cuando llego me meto en la bañera, cierro los ojos para relajarme y enjabono mi cuerpo con gel para baño que tiene una fragancia de miel con rosas.

Después de enjuagarme, me recuesto sobre la almohadilla intentando relajarme después de lo sucedido en la mañana.

Inesperadamente siento que alguien tira de mi pie, consiguiendo sumergirme en el agua. No puedo respirar. Mis manos se agitan intentado sostenerse del borde, pero algo tira de mi hacia abajo. No puedo respirar. El pánico surca en mi haciendome luchar contra lo que sea que está agarrando mi tobillo.

Al abrir mis ojos frente a mi esta la cosa más espantosa que jamás he visto en toda mi vida. Un rostro demacrado y diabólico que me sonríe prometiéndome horas de dolor y sufrimiento. Lleva una capucha y su mirada carece de vida.

Un grito sin sonido que se lleva el poco aire que me queda sale de mi como un chillido fino y cortante que no corta nada más que el agua casi fría de la tina. Mis pulmones se llenan de agua, lo puedo sentir el dolor en mi pecho me lo dice no me queda casi aire. Mi vista comienza a tornarse borrosa.

Con la poca energía que me queda lucho por sostener el borde de la tina de nuevo, pero el miedo me congela, pero tengo que pelear, aún no puedo caer, debo ganar esta batalla o caeré en la oscuridad para siempre y yo no quiero estar en las garras de lo que sea eso.

Cuando sujeto el borde y puedo salir a la superficie respiro desesperadamente por aire, al mismo tiempo que intento retener las ganas de gritar para evitar llamar la atención. Lágrimas esas sí que caen de mis ojos gruesas y rápidas. Parece que aún quedan algunas en mí que puedo derramar. Ahogo un sollozo con mis manos y respiro. Debo calmarme. No dejes que el pánico té inunde, Maya. Tú eres más fuerte que eso, no lo permitas.

Es muy extraño. Es como si supiera quién soy yo. ¿Quién es? o ¿Qué es? Y definitivamente por su mirada y sonrisa promete que no me va a ir nada bien. Salgo del agua secándome y yéndome velozmente del baño.

Al pasar por el espejo me detengo. Se supone que el reflejo soy yo, pero no me reconozco.

En este momento me encuentro más pálida de lo normal. Mi cara ojerosa, demacrada, cansada y marcada por el poco sueño que he conseguido estos días. Observo ahora mi figura, es casi una desconocida la que me mira en el espejo. Soy yo. Me veo más delgada y algo descuidada. Me observo desde mis ojos grises apagados. Han perdido la chispa y la alegría de vivir. Estan muriendo lentamente. Bajando hacia mi garganta se halla un gran hematoma casi violáceo. Sigo mi camino por mi hombro izquierdo donde se encuentra un cardenal violeta que va hasta mi codo, verlo me trae recuerdos del día en que me lo hice.

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