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𝓬𝓱𝓪𝓹𝓽𝓮𝓻 𝓯𝓸𝓾𝓻

𝙗𝙖𝙙 𝙬𝙖𝙨 𝙩𝙝𝙚 𝙗𝙡𝙤𝙤𝙙 𝙤𝙛 𝙩𝙝𝙚 𝙨𝙤𝙣𝙜 𝙞𝙣 𝙩𝙝𝙚 𝙘𝙖𝙗 𝙤𝙣 𝙮𝙤𝙪𝙧 𝙛𝙞𝙧𝙨𝙩 𝙩𝙧𝙞𝙥 𝙩𝙤 𝙇𝘼
𝙮𝙤𝙪 𝙖𝙩𝙚 𝙖𝙩 𝙢𝙮 𝙛𝙖𝙫𝙤𝙧𝙞𝙩𝙚 𝙨𝙥𝙤𝙩 𝙛𝙤𝙧 𝙙𝙞𝙣𝙣𝙚𝙧

"Pero las aventuras 
no siempre son algo bueno,
ni siempre valen la pena.
A veces ni siquiera tenemos otra
opción más que lanzarnos
al agua oscura y congelada,
sin saber qué hay más allá
 de la superficie."

—¿Es su primera vez en Los Ángeles? —preguntó el conductor del taxi.

Nico no sabía qué más hacer para darle a entender que no le interesaba entablar una conversación. Había contestado seco e indiferente a todos sus comentarios, mirando por la ventana a la abarrotada carretera de las afueras de la ciudad. El tráfico era terrible, pero el taxista ya le había dicho que era de lo más normal, a pesar de que el chico no lo había mencionado.

—Sí —dijo, sin más remedio que contestarle.

Los audífonos en sus oídos no habían funcionado; el hombre no parecía notarlos. La idea más convincente que se le había ocurrido era la de hablarle en italiano, pero después de haberse introducido con un acento americano perfecto, dudaba que funcionara. Nico estaba perdiendo las esperanzas de no estar de malhumor en su primer día en una nueva ciudad.

—¿Y por qué vino? ¿La universidad?

El chico bufó, encontrando divertido el comentario. Lo sabía desde hacía años: no iba a ir a la universidad. Se limitaría a confiar en su talento para el arte y a ver hacia dónde lo llevaba la vida. De todas formas no tenía ningún interés en contarle sus motivos al conductor chismoso.

—Sí —repitió.

El hombre empezó hablar una vez más, probablemente para soltar algún comentario común y corriente que a cualquier persona le habría parecido cortés y que a Nico le parecía de lo peor. La música estridente que salía por las ventanas de un auto lo hizo callar momentáneamente, y el chico le agradeció en silencio al conductor del Tesla blanco, lamentando que los adelantara tan rápido.

Y justo antes de que el taxista pudiera iniciar de nuevo su oración, el pelinegro halló su excusa infalible.

—¡No puede ser! —exclamó, de repente, con más emoción de la que había mostrado en días. ¿Qué podía decir? Nico se tomaba en serio sus excusas para evitar gente molesta—. ¿Le molestaría subir la radio? ¡Me encanta esta canción!

El conductor se apresuró a hacer lo que le pedía con una sonrisa amable. Aparentemente confiaba en que esa pequeña interacción mejorara su conversación de camino al nuevo apartamento del adolescente.

Nico no tenía idea de qué canción era. Acababa de iniciar, y la radio indicaba "Bad Blood-Taylor Swift". El chico dudó por unos segundos si el artista sería un rapero llamado Bad Blood, cantando sobre Taylor Swift, o si la chica rubia que ni siquiera él se atrevía a criticar (todo lo que hacía era una obra de arte y Nico sí sabía eso) había terminado con un nuevo novio. La inconfundible voz femenina lo ayudó a decidirse por la segunda opción.

Moviendo el pie, en un intento de demostrarle al conductor que estaba siguiendo la canción a pesar de no cantarla, volvió a ver por la ventana. Estaban internándose por fin en la ciudad.

El chico había vivido toda su vida en Tennessee, y no le hacía ni la menor gracia tener que irse de su querida Nashville. Sin embargo, los últimos tres años con su padre habían sido los peores, y habría hecho cualquier cosa por escapar, incluso si significaba arriesgarse a exponer sus obras secretas para una cadena de galerías de arte.