Siete años después.
Eran alrededor de las nueve de la mañana. La ciudad estaba cubierta por nubes grises que dejaban escapar una furiosa lluvia que empapaba todo a su paso. Las personas corrían por las calles tratando de resguardarse, incluyendo a Declan, quien no tuvo mucha suerte y terminó totalmente mojado. Con pereza ingresó a su departamento, no le importó mucho ensuciar los muebles, así que se dejó caer en uno de los sillones.
Masajeó su cuello con parsimonia y encendió uno de los cigarrillos que solía mantener sobre una pequeña mesa de vidrio oscuro.
Cada calada que le daba al cigarrillo producía una relajación enorme en todo su cuerpo. Observó el gran ventanal que tenía a su izquierda, aunque no se podía observar nada debido a la intensidad de la lluvia, por lo que la mente del castaño simplemente comenzó a divagar en sus recuerdos.
—¡Quiero que te largues de mi casa! —Gritó la mujer desde el sillón en que siempre solía ver los programas de televisión.
—¿Qué? —Declan se sentía desubicado y miró a sus costados para cerciorarse de que no fuese una broma.
—Vete de esta casa. —Debía mantener un poco de cordura, respiro con calma, y con la mirada fija en la mesa de centro volvió a hablar—: No te lo repetiré. Lárgate o llamaré a la policía.
Declan quedó estático unos segundos y luego se percató de que su traje de graduación se encontraba en el piso. La gran mancha de sangre se lograba ver sobre la prenda, fue allí cuando comprendió el porqué de la actitud de su madre.
Sin más que acotar, el castaño subió las escaleras para guardar sus escasas pertenecías.
La mujer soltó un jadeo y cerró los ojos. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y su pecho dolía. No lo entregaría a la policía, después de todo era su hijo, pero también sabía que era un «monstruo».
—Eres una maldita ironía. —Bianca le miró con desagrado, posteriormente se sentó en el regazo del castaño y le robó el cigarrillo por un instante.
Ante su mirada cansina, Bianca notó que su acompañante, a pesar de ser muy inteligente, no captaba pequeñas simplezas.
—Fumas como si fueras un tren de vapor, pero aun así sales todas las mañanas al gimnasio. —Una amarga risa escapó de los labios de la de piel oscura y acomodó un par de cabellos mojados de Declan—. Y no olvidemos tu nombre. Eres una ironía en todo su esplendor.
—¿Cómo estuvo tu cita?, ¿Tendré que intervenir otra vez? —Declan trató de cambiar el tema, sabiendo que a Bianca le encantaba hablar de sus amoríos.
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Declan, el secreto de un monstruo
Short StoryEl amor puede cambiar a las personas, y sin importar que, no se le niega a nadie, ¿no es así?, quizás Declan no sea una excepción, quizás él sólo necesita que alguien le enseñe como amar. Pero recuerda, no todo es lo que parece. 🥉Tercer puesto en l...