Axel entró en la recámara sin tocar la puerta provocando que Bianca se cubriera con las mantas como si estas pudiesen defenderla del peligro. Lo único que se mantenía a la vista eran sus grandes ojos cafés, los cuales desbordan cautela y melancolía ante la situación.
El pelinegro recorrió la habitación. Tomó la silla del pequeño escritorio y la situó frente a la cama en donde se encontraba la chica. Del interior de su chaqueta de cuero sacó una navaja de mango negro, se acercó con lentitud a Bianca y dejo el objeto sobre el colchón y luego se alejó para dejarse caer sobre la silla. La chica de tez negra se apoderó con rapidez de la navaja, la sostuvo con sus dos manos para evitar que se vieran sus movimientos temblorosos.
—¿Quién eres? —Con voz trémula se atrevió a cuestionar Bianca.
—Axel, Axel Relish, un placer. —Sonrió con arrogancia, pero manteniendo su distancia.
El silencio se hizo presente, no era incómodo, bueno para Axel no lo era, aquella situación simplemente le era aburrida, aunque aún analizaba porque a su amigo le importaba tanto aquella muchacha.
—La chica en tu cajuela... —Tragó en seco mientras apretaba con más fuerza el mango de navaja—. ¿Me vas a hacer lo mismo?
—Si quisiera hacerte daño, ya te habría matado —respondió con amargura Axel.
—Eres igual a los tipos que me han hecho esto. —Las palabras salieron quebradas, y su estómago se estrujó de solo pensar en que se había metido en un lugar mucho más peligros que en el que anteriormente estaba.
—No, pequeña, yo soy peor, pero no tengo intensiones de joderte a ti. No eres el tipo de chica que me gusta asesinar.
—¡¿Cómo mierda puedes dormir después de hacer eso?! —Alzó la voz ante su frustración.
—Con mi mantita de ositos, claro está. —Nuevamente de sus labios brotó una sonrisa altiva—. Eres prohibida para mí. —Su teléfono vibro, Declan había llegado.
Axel se levantó con lentitud, se aproximó a Bianca mirándola fijamente, los ojos del pelinegro se veían extrañamente apagados ante la escasa luz de la habitación. Axel acercó su mano a la cabeza de Bianca, la cual a causa de sus nervios agitó sus manos dirigiendo la navaja al brazo de Axel, el chico se mantuvo neutral y le mostro la pelusa que estaba retirando del cabello de la chica.
—Perdón. —Bianca dejó caer la navaja en la cama y se tapó la boca horrorizada.
—Mi culpa —admitió él y con su otra mano intentó detener la sangre—. Llego Declan, tu salvador. Me voy.
—¿Declan? —Frunció el ceño la muchacha, ¿Se supone que es el chico del autobús?
—El mismo que no canta, ni baila.
Axel salió de la habitación tropezándose con Declan quien había sido guiado por una de las mucamas.
—¿Qué demonios te paso? —Los ojos de Declan parecían querer salir de sus cuencas, Axel en respuesta le señaló la puerta que tenía detrás—. ¿Ella te hizo eso?, ¿con qué?
—Te levantaste muy hablador el día de hoy, Tolbert. —Enarcó una ceja curioso—. Con una navaja que le di —contestó como si no fuese la gran cosa.
—¿Por qué mierda le diste una navaja?
—Esa chica fue obligada a ser trabajadora sexual y ha sido maltratada por un sin fin de hombres, darle algo con que pueda defenderse simplemente le da un poco de seguridad. —Se encogió de hombros.
Tras pensarlo unos segundos, Declan comprendió que lo que decía el pelinegro era cierto, Bianca había sido lastimada y denigrada de la peor manera, y tener consigo algo con protegerse era lo mejor. Declan no le daría la razón a Axel, el castaño siempre le llevaría la contraria.
—Pudo haberte matado —dijo Declan tensando su mandíbula al final de la oración.
—Ambos sabemos que no. —Negó con una sonrisa arrogante—. ¿De dónde la conoces? —Axel se atrevió a cuestionar.
—Eso no te importa. —Declan respondió de forma arisca.
—Te equivocas. Si ella se va a quedar en mi casa, como mínimo merezco saber de dónde la conoces —opinó Axel soltando su brazo dejando que la sangre fluyera.
—Del autobús —murmuró sin ganas el castaño.
Decirlo en voz alta lo hacía sentir tonto. Haberle ofrecido a una extraña, definitivamente era de locos, y sabía que su amigo opinaba exactamente eso. Pero para su sorpresa, Relish no se burló.
—No comprendo porqué ella es tu protegida —Axel miró el techo tratando de encontrar una respuesta. Un suspiró escapó de sus labios cuando su mente por fin pudo atar los cabos—. Es tu buena acción por toda la sangre que has derramado y que vas a derramar.
El castaño por su parte permaneció mirando el suelo, no tenía nada que decir ante la afirmación de Axel.
—Deberías curar eso —opinó para cerrar la conversación.
Axel asintió, del interior de chaqueta sacó una diminuta bolsa, la cual, gracias a su transparencia dejaba ver el blanquecino polvo. El pelinegro le guiñó el ojo y se retiró dejando gotas de sangre en el piso.
Sin más, Declan se introdujo en la habitación en la que estaba Bianca. La chica continuaba en la cama con sus manos en su regazo viendo fijamente la mancha de sangre que había quedado en las sabanas celestes.
—Bianca... —Declan pronuncio suavemente para llamar la atención sin asustarla.
La de tez negra se levantó de la cama, corrió y se aferró al torso de Declan, este la recibió con un cálido y fuerte abrazo. Bianca no pudo más, dejó salir sus lágrimas, frustración y enojo. Declan dejó que ella se desahogara, se mantuvo firme acariciando el cabello trenzado de Bianca.
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Declan, el secreto de un monstruo
Short StoryEl amor puede cambiar a las personas, y sin importar que, no se le niega a nadie, ¿no es así?, quizás Declan no sea una excepción, quizás él sólo necesita que alguien le enseñe como amar. Pero recuerda, no todo es lo que parece. 🥉Tercer puesto en l...