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Taylin...

Taylin...

¡Taylin!

Al abrir los ojos no pude reconocer nada a mi alrededor. Los rayos de luz parecían ser muy fuertes, tuve que esconder mi rostro en mis manos para tratar de evadirlos. Sin poder ver, me centré en escuchar lo que me rodeaba, de tratar de ubicar donde estaba. Fueron los murmullos, los pasos y una mano tomando mis muñecas lo que me hizo bajar mis manos.

Primero reconocí el pelo colorado de la chica que se inclinaba sobre mí, después fue de a poco ver el movimiento de su boca al estar hablándome. ¿Por qué no podía escucharla bien? Escuchaba su voz, solo que no comprendía sus palabras. Estaba tan desorientada que hasta que tuvo que chasquear sus dedos frente a mi nariz y todos mis sentidos volvieron a posicionarse en su lugar y funcionar como debían.

Olivia sonrió.

—Bienvenida de vuelta —fue lo primero que le entendí, sus manos todavía en mis muñecas y tirando de ellas hasta sentarme en la hamaca en la que estaba—. Nos diste un buen susto, estuviste mucho tiempo inconsciente...Preocupaste a demasiados.

A diferencia de la última vez que me había despertado ahí, la enfermería parecía estallar de gente. Todas las hamacas ocupadas, las sanadoras yendo por cada una para estar al tanto de cada herido y sus dedos brillando con su anomalía. Me miré el cuerpo al instante, buscando la herida en mí que me había hecho entrar ahí y ser tratada como los demás. A mi asombro, no había ninguna. ¿Qué había pasado?

Con ningún rostro familiar cerca, cuando quise hablar me encontré con un ardor en la garganta que me hizo llevar mi mano alrededor de ella. Olivia pareció notarlo, y con una mueca incómoda, me sirvió un vaso con agua del juego metálico que Jacob parecía haberles hecho.

—Vas a tener la garganta un poco seca, después de tal grito que soltaste —contó, sus ojos sin salirme de encima para asegurarse que me tomara todo el vaso. Me terminó sirviendo otro y me lo tomé igual de rápido que el primero—. ¿Mejor?

Todavía aturdida del sueño y la confusión, asentí. No me dolía nada, no tenía heridas, ¿por qué estaba ahí?

—¿Qué...? —tuve que aclarar mi garganta y tomar otro poco de agua antes de continuar—. ¿Qué pasó?

Parpadeó confundida.

—¿No te acuerdas? —negué la cabeza, rápidamente pispeando a los demás que estaban en sus camas siendo atendidos, y me volví hacia Olivia—. ¿Qué es lo último que te viene a la mente?

—Estábamos en el campamento militar, en el límite. Noah, Claire, Sue Lee, Thomas que estaba desmayado y otras dos personas que nos esperaban... —recordé, por inercia cerrando los ojos en busca de la memoria más fresca. Distintos colores y tonalidades vinieron a mi mente—. Estaban lanzando explosivos, los demás corriendo de ellos, y yo quise ayudarlos. Los protegí y después...

Las palabras me quedaron en la boca, sin saber por qué mi único recuerdo parecía ser una pantalla blanca, mi nombre siendo llamado repetidas veces y la sangre en mis dedos. Me toqué la nariz sin darme cuenta.

—¿Y después...? —presionó Olivia, que parecía no poder creer que no sabía lo que había pasado. O lo que había hecho.

—Luz —decidí por decir—. Sólo...luz.

Me quedé observándola mientras que ella parecía haberse quedado en su cabeza, pensando y sin entender qué me había pasado. Aproveché esos segundos para deslizarme fuera de la cama, mis pies contra la tierra, y tuve que inclinarme con cuidado para ponerme mis zapatillas que habían dejado a un costado. Sin pensarlo me paré, mis piernas sintiéndose muy débiles por mi peso y me tuve que volver a sentar cuando colapsaron.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora