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Me desperté con un nudo en el estómago, con un mal presentimiento en la punta de la lengua que me desconcertó. Miré por todos lados confundida, no reconociendo donde estaba, hasta que mi mente se despertó del todo y terminé mordiéndome el labio inferior, todavía desconcertada por el malestar con el que me había despertado y la extraña sensación de las cosquillas en el vientre. Me aferré al buzo que seguía usando y solté un largo suspiro. ¿Cómo iba a salir de ahí ahora sin sentir que iba a ser la caminata de la vergüenza?

Un jean había sido dejado en las puntas de mis pies y las cosquillas se intensificaron un poco al tomar la flor pequeña que estaba sobre la prenda. Escondí la sonrisa mientras que sacudía la cadera para entrar dentro del jean, curiosa por saber dónde se había ido Noah y, al mismo tiempo, no tomar del codo cuando recién le había tomado la mano. Solo quería atarme el pelo y salir de ahí antes de que ojos curiosos preguntaran lo que no les importara. Hipócritamente me hubiera gustado saber dónde estaba, sin embargo, me tragué las preguntas al salir y respirar hondo para relajar la tensión todavía en mi estómago. ¿Había sido por despertarme sola o qué?

De igual forma no pude pelear el buen humor que cargaba en el pecho, totalmente lo contrario a lo que había sentido en la cena de la noche anterior. Se había vuelto mejor esa mañana al no hallarme con nadie curioso, sin nada que amargara mis primeras horas despierta y que me dejara disfrutar e ignorar las preocupaciones por unas horas. Hasta, a mi asombro, les sonreí a unos integrantes que estaban caminando en dirección al comedor conmigo. No era alguien amarga, no obstante, últimamente no venía teniendo mis mejores días.

Vincent me sonrió apenas me llenó el plato con mi desayuno, lo que parecía ser un huevo revuelto con verdura y una fruta aparte. Le respondí la sonrisa con otra, girándome para donde todos estaban desayunando, y sin pensarlo me acerqué a mi grupo de amigos que me miraron sorprendidos de encontrarme ahí.

No me animé a verlos a los ojos mientras que me sentaba.

—Hola, Tay —habló Claire, a la única que miré de costado y alcé las comisuras—. No te escuché llegar ni irte de la carpa...

—Yo tampoco —respondió Luna, una mueca curiosa en su rostro que me hizo reír por lo bajo—. Todo muy silencioso lo tuyo.

Había decidido, en ese mismo momento, que no iba a mencionar que había pasado la noche con Noah si ellas habían pensado que había ido a dormir a nuestra carpa. Quería evitar cualquier tipo de drama más que pudiera venir en mi dirección, necesitaba más que nada dar un paso para atrás del centro de atención. Aparte de no saber dónde me hallaba parada con el gemelo o con mi anomalía, quería centrarme de a poco como podía en lo que se ponía en mi mesa.

Reconocí a Thomas, semi dormido contra el tronco de un árbol, que se quedó mirándome de costado. No sabía si sus ojos entrecerrados eran porque estaba cansado o porque sabía dónde en realidad había estado yo. Después de todo, era su tienda también. A su lado estaba Jacob desmayado y roncando, la manzana mordida en su mano a punto de rodar en el pasto.

Conociéndolo a Thomas, él no era ningún tonto, justamente era bastante inteligente. El guiño que le di en su dirección lo hizo hasta sonreír. Lo más seguro era que después, aparte de bromas que me harían querer arrancarle los pelos, vendrían las preguntas.

Di unas pocas mordidas a mi desayuno antes de ver como Claire se inclinaba hacia mí, su boca titubeando hasta que carraspeó la garganta.

—Sue Lee nos contó que hablaron ayer, Tay —se pisó con sus propias palabras, notablemente nerviosa por mi reacción—. Y entiendo que no hayas querido decirnos o hablarnos al instante, es-es difícil, lo comprendemos. Pero quiero, queremos, que sepas que estamos igual para ti.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora