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Un recipiente bastante mutable para la catástrofe.

Me repetí reiterada veces lo que el Doc me había dicho, tirada en la incómoda cama y con el silencio de la noche rodeándome. Inclusive después de poder volver a ser visible, que terminó siendo muchas respiradas hondas en las siguientes dos horas, no me dejé de repetir la frase en mi mente. El Doc me hizo probar mi anomalía un poco más, solo nosotros dos en su tienda, pero la invisibilidad no volvió a surgir.

Jacob, Thomas y Claire me encontraron cerca de donde nos habíamos sentado para almorzar y me esperaron con la cena servida en un plato. Por más que Claire me había preguntado cómo me había ido, Jacob respondiéndole con sus propias preguntas de cómo había desaparecido y Thomas tratando de responder lo que él sabía; me dediqué a pinchar las verduras hervidas sin intención de comer. Me obligué a ingerir lo suficiente para no tener hambre después ni preocupar a nadie.

Escuché los suaves ronquidos de Claire a mi lado, y por más que todo estaba oscuro, las flores que colgaban del techo de la tienda subían y bajaban al paso de la respiración de ella. La sonrisa fue inconsciente, su anomalía también bastante rebelde cuando estaba en su estado más vulnerable. Terminé sentándome en la incómoda cama cuando entendí que el sueño no iba a ser compasivo conmigo.

No hacía mucho frío, hasta me había sacado mis jeans para doblarlos y poder usarlos al día siguiente. Jacob había mencionado que teníamos que cuidar mucho de nuestra ropa, solo cada tanto podían conseguir una tanda nueva que podían ser sacado de donaciones o lo que fuera. Nos habían hasta conseguido un jabón blanco para Thomas y para mí para poder lavarla cada tanto.

Aparte de que iba a tener que acostumbrarme a las tareas normales, siendo que era lo que el Doc había recomendado. No podían mantenerme sin hacer algo que aportara al campamento, pero tampoco sabía del todo cómo manejar lo que tenía en mis manos o lo que me hacía desaparecer. Así que ayudar a mover cajas de comidas, lavar los platos usados en el lago y ayudar a repartir la comida en la cocina; todo eso iba a hacer mi nuevo deber diario hasta que terminara de entender mis anomalías. Tanto sacrificio al huir de mi hogar por algo extraordinario y terminé con deberes tan ordinarios.

Cruzándome de piernas con la manta en los muslos, fue un impulso mirar a las fotos que colgaban a mi lado. Solo habían pasado dos días y el recuerdo de mi familia me pesaba en el pecho, ya extrañando las cenas que no volvería a tener, la seguridad que no volvería a sentir y el cariño que extrañaría por siempre. Los ojos grises de Morgan destacaban hasta en la oscuridad, y me tuve que morder el labio inferior para no volver a ponerme mal ahí mismo. Tenía que ser fuerte, tenía que esforzarme y hacer lo mejor para que ellos no sufrieran, y eso era mantenerme lejos.

El cosquilleo en el pecho volvió por la angustia, al mirarme los dedos los vi desaparecer a poco y me apuré en comenzar a respirar hondo hasta que volvieran a lentamente aparecer de vuelta. Lo último que me faltaba era volver a desaparecer por horas y no saber cómo volver a ser visible. Si con una energía sola se me complicaba poder controlarla, una más a la lista pareció ser el colmo.

Nunca había visto a alguien que cargara con dos anomalías —había dicho el Doc cuando entré a su tienda después de volver a aparecer—. Es más extraño de lo normal.

Me sentí como en la secundaria en ese momento, me sentí como la nueva que nadie conocía y todos estaban interesados en saber quién era y quien se volvería. Sue Lee había pasado por la tienda una vez que se enteró del suceso, y por la forma en la que me ojeó, quedó en claro que iba a estar en su mira por un rato hasta asegurarse que no iba a causar ningún problema. Lo desconocido parecía ser un peligro en sus ojos, más si era aparte alguien que tenía una anomalía como el resto. Peor si eran dos.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora