La mochila parecía mucho más vacía de la última vez que la había cargado. Entre que muchas mudas de ropa ya no solo me quedaban grandes y no servía que las llevara, había decidido guardar lo justo y necesario. Dos botellas de agua, el dinero que mi mamá me había dado antes de irme de casa hacía meses, el único abrigo que tenía y el nuevo conjunto de cubiertos que Jacob había armado. El filo del cuchillo era lo único que necesitaba del montón.
La arrastré hasta esconderla debajo de la hamaca, donde siempre había estado antes, y solté un largo suspiro cuando mis ojos cayeron en las fotos que seguían colgando entre las raíces de la carpa. Miré a mi hermana, mi única razón de arriesgarme de tal manera, y después a mis papás. Rogaba para que ellos no hubieran sufrido de vuelta. Una gota de esperanza en mi pecho suficiente para pensar en la mínima chance de estar equivocada. Solo un poco.
A mis espaldas, un suspiro me hizo mirar por sobre mi hombro.
—¿Ya tienes todo?
Claire se abrazó la enorme campera que llevaba al cuerpo, los hombros anchos solo habiéndole entrado a Thomas, y me sonrió de costado. Me levanté del piso con un gruñido al girarme hacia ella.
—Lo necesario —fruncí la boca en una fina línea—. Tardaremos unos pocos días en llegar, no creo que tengamos que cargar tantas cosas.
El plan no era nada concreto. Pensado y planeado sobre suposiciones, muy cercanas a ser verdad, la prioridad era llegar al pueblo lo antes posible e instantáneamente ir hacia la que alguna vez fue mi casa. Nada más que eso. ¿Qué podría pasar en el camino? ¿Nos encontraríamos con alguien? ¿Pelearíamos? Las preguntas sin respuesta me enervaban, pero sabía que si las respondía no podría ir a buscar a mi hermana.
El sol del atardecer me pegó directamente en los ojos, la tela que cubría la entrada corrida hacia un costado. Pude ver a los integrantes pasar, a unos pocos infantes corriendo al jugar entre ellos con palos o muñecas tan usadas que solo le quedaban tres pelos colgando de la cabeza. Mientras que para el campamento parecía ser una tarde preciosa preparándose para ir a cenar en unas horas, para nosotros eran las últimas horas antes de escabullirnos. No podía perder más tiempo, y mientras más pronto me fuera, mejor.
Claramente estaba nerviosa, la mínima idea de no llegar o que algo pasara en el camino me ponía los pelos de punta. El problema que pensar en mi hermana me causaba la misma sensación, y prefería mil veces al menos tratar que no haberlo hecho. Claire no decía nada, pero por la constante manera en la cual masticaba su labio inferior, deduje que estaba tan nerviosa como yo.
Las palabras, hacía unas horas antes también dichas, salieron sin que lo pensara:
—Quiero que sepas que no es una obligación esto, no tienes porqué venir como tampoco Tom-
—No empieces de vuelta, Tay —me interrumpió, acercándose a mí para apoyar su mano en uno de mis hombros—. Ni él ni yo te vamos a dejar sola en esto, que no se te vuelva a cruzar por la cabeza eso.
—Es peligroso.
Ladeó la cabeza al sonreír.
—Eso estaba en el contrato cuando te volviste mi amiga —respondió—. Créeme que es algo que ya sabía.
Su comentario me hizo sonreír, y sorprendiéndome en un instante, terminé abrazándola con fuerza. Ella pareció sorprendida por mi gesto, el quejido que soltó y la risa suave siendo obvio. Si había alguien con quien estaba más que agradecida, era con ella, quien me había acompañado desde un primer instante desde que había llegado hasta en mis locuras más grandes.
Un carraspeo de garganta hizo que nos separáramos.
—¿Me perdí el momento emotivo? —sonrió Thomas, reclinado en la entrada con sus brazos cruzados—. Puedo traer pañuelos para las lágrimas, si necesitan.
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SUPERNOVA ©
Science Fiction𝗟𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗜 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗮𝗴𝗮 𝗔𝗻𝗼𝗺𝗮𝗹𝗼𝘀 -Taylin solo quería sobrevivir su vida ordinaria. Penosamente, la supernova no quiso lo mismo para ella. ₴₦ Cuando una supernova causa estragos en la Tierra y hace que surjan extrañas anomalías, Tayl...