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Mi cuerpo no quiso cooperar conmigo para cuando me desperté a la mañana siguiente. Queriendo esconderme debajo de la manta cuando un rayo de sol logró cruzar todo el baile de raíces que cubría las paredes de la tienda, terminé soltando un bufido al lanzar uno de mis brazos sobre mis ojos.

—Claire, ¿se le podría dar más capas de raíces a estas cosas? —gruñí, la voz de dormida clara en la gravedad de esta. Ante el silencio, me vi obligada de sacar mi brazo y con los ojos entrecerrados, girarme hacia su cama—. ¿Claire...?

Me terminé sentando en la cama al ver la suya vacía, inusualmente desarreglada y las flores que colgaban en demasiada necesidad de atención de su dueña. Me apuré a ponerme mi calzado, con cuidado de no tropezarme por el sueño en mis ojos al pararme. Era extraño que no estuviera en la tienda y me esperara a despertarme para ir a desayunar, lo que siempre hacía, pero fue el recuerdo de ella llorando la noche anterior lo que me hizo correr fuera de la tienda.

Me acomodé el pelo como pude mientras que caminaba por todo el campamento en busca de la cabellera oscura, poniéndome hasta de cuclillas para poder buscarla mejor. Acercándome a donde todos los agricultores estaban por comenzar sus tareas, con cuidado me acerqué a una sin intención de molestarla, ni asustarla por mi estado mañanero.

—Em, buenos días, ¿viste a Claire por algún lado? —hablé más rápido de lo planeado pero la mujer frente a mí pareció entenderme y negó con la cabeza. Para asegurarme, escaneé todas las personas que debían de ser sus compañeras de agricultura—. ¿Sabes dónde podría encontrarla?

Volvió a negar.

—Siempre suele estar cerca, no va a tardar en venir.

No agregó nada más antes de darse la vuelta y ponerse a hacer crecer una plantita. Tentada a arrancarla de la tierra por la falta de consideración, me obligué a seguir mi búsqueda. Pasando hasta por la enfermería, terminé entrando al comedor donde probablemente podría estar con el resto. Encontrando donde siempre nos sentábamos, fruncí el ceño al ver el lugar vacío donde ella debería estar sentada.

Una mano en mi hombro me hizo pensar que podría ser ella, pero la altura de Thomas me sacó la ilusión al instante.

— ¿Estás bien? —Fue lo primero que preguntó, dos manzanas en su mano que terminó por dejar una en mis manos—. Pareces alterada...

—Claire no estaba en la tienda cuando me desperté y no está tampoco está en donde hace sus tareas —volví a hablar rápido, sin dejar de mirar todo nuestro alrededor. No había ningún rastro de mi amiga—. No sé dónde está, no puedo encontrarla.

—Pero, ¿Qué pasó-?

—Estaba llorando ayer en la noche —me mordí el labio inferior, la manzana en mis manos no dándome ni un poco de hambre—. Quise preguntarle que le pasaba pero no me dejó acercarme, le di su espacio y dejé que descansara. Apenas me desperté, ella ya no estaba y suele esperarme siempre.

Vi que su mandíbula se apretó, sus cejas fruncidas en preocupación y terminó empujando levemente mi espalda para que comenzáramos a caminar de vuelta y así seguir buscando. A pesar del poco hambre y estar centrada en encontrar a Claire, una mirada de costado de Thomas no me dejó otra alternativa de comer la manzana que me había dado al paso que recorríamos todo el campamento en busca de nuestra amiga. Hasta llegamos a preguntarles a tantas personas de si la habían visto que probablemente habríamos repetido unas cuantas por la poca atención que nos daban.

Justo cuando terminamos de buscar por el campo de entrenamiento, el Doc salía de su tienda y al vernos nos saludó con la mano. Decir que estuve por tropezarme en mis propios fue poco, el Doc hasta dio un paso hacia atrás por la sorpresa.

SUPERNOVA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora