Entonces lo supe, y caí en cuenta de que era real. Todas leyendas resultaron siendo ciertas, y aquellas cosas que creí que eran imposibles, lo fueron. Me había involucrado en algo sin escape, para lo que no estaba lista.
Sí, estaba en la universida...
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Mi primera semana en la universidad estuvo bastante bien. Fue introductoria, por lo que no sufrí tanto entregando trabajos o estudiando. Sin embargo, mi vida en el dormitorio era otra historia. Había evitado el contacto con Scarlett desde la primera noche, esa chica era jodidamente rara, y necesitaba saber el por qué.
No sacaba de mi cabeza el hecho de que prácticamente había subido a un sexto piso sin esfuerzo alguno, además, de que la puerta del balcón parecía haberse abierto mágicamente.
Quizás me estaba volviendo loca, esa noche estaba muy cansada e inquieta. Quizás había alucinado o algo parecido.
Sin embargo, una parte de mí creía que era real, que todo lo que creía haber visto era cierto.
Después de clase, fui al minimarket que había en la facultad para comprar algunas cosas. En nuestro dormitorio había un refrigerador pequeño, el cual se había mantenido vacío hasta el momento.
Entré al local, acompañada del sonido de la campanilla en la puerta. Me paseé entre los estantes hasta encontrar lo que quería. Estaba a punto de tomar una bebida energética cuando mi celular vibró en mis pantalones, sonreí al ver que era mi hermana quien me llamaba.
—¿Te conozco? —pregunté divertida.
—¡Deja de hacerte la idiota! —renegó de mala gana—. Llevas una semana haciendo eso.
—Ugh, qué humor de perros. ¿Jack Forest cortó contigo? —inquirí, mientras echaba una Monster blanca en la cesta de compras.
—Ugh, no —dijo Maeve—. Aún no lo hace, aunque quizás yo le termine primero. Es lindo, pero es jodidamente aburrido.
—Por Dios, Maeve —suspiré—. Solo tienes dieciséis, deja de atormentarte la adolescencia con relaciones pasajeras.
—Tú misma lo dijiste —contraatacó—. Tengo dieciséis, ¿Qué otra cosa tengo que hacer aparte de arruinar mi estabilidad emocional a cambio de un poco de sexo y atención?
—Estudiar, por ejemplo —murmuré, deslicé mis ojos a través del pasillo y sonreí al tomar una bolsa de papas—. Hablas como si tuvieras daddy issues.
—Nah —denegó, chasqueando la lengua—. Yo no tengo daddy issues, solo puta issues.
Contuve una carcajada, bueno, al menos lo intenté, la gente a mi alrededor me miraba como si fuera una loca, y quizás lo era. Recuperé la compostura y volví a colocar el celular en mi oreja.
—Al menos dime que te estás cuidando. —Rogué al cielo porque así fuera.
—Por supuesto —afirmó—. ¿Crees que todos esos condones en tu habitación están acumulando polvo?
—¡Hey, esos son míos! —chillé, ofendida.
—Los dejaste aquí, ha de ser por algo.
—Bueno, es que yo vine a la universidad a estudiar, no a acostarme con cualquiera.