Ya van tres días que la familia de Koa me adoptó. Sin embargo, mi objetivo —porque algo me dice que es él—, nunca está por los alrededores. Quizás sea porque siempre anda con sus amigos por allí, y es un misterio qué podrá haber hecho. Hace años que no sé qué es la ciudad, pero, ahora que puedo averiguar un poco sobre la situación, podría ir a recorrer las calles.
Estirándome sobre el sofá, decido que es buena idea dar un paseo. Quizás, si encuentro a Koa y cumplo con mi destino aquí en la tierra, pueda regresar a... un lugar bueno para los de mi clase.
Escapar por las escaleras de incendio resulta fácil para mí, aunque lo más obvio, es que se debe a mi habilidad animal. Caer de pie es la mejor parte. Mientras recorro las calles de mi ciudad natal, descubro que los cambios no han sido del todo drástico. Incluso, el lugar en donde morí, parece exactamente igual, quitando el hecho de que ya no hay sangre. Sigo caminando con mi gracia felina, hasta pasar la secundaria que no pude terminar. La nostalgia me invade un poco, mientras miro el portón cerrado que mantiene la seguridad. La idea de saber cómo puede estar mi familia, me eriza el pelaje. ¿Quién sabe cómo podrían estar ellos sin mí? ¿Podré soportar lo que sea que vea...? Sacudo la cola, decidiendo que pospondré esa visita para otro día, y sigo caminando con mi destino fijado en la preparatoria. Por alguna razón, mi olfato me ha llevado hasta donde creo que Koa estudia. Y, mientras me siento en el muro luego de trepar, me dispongo a esperar la salida.
¿Qué es lo que planea la Diosa de las vidas al tenerme aquí? Y, sobre todo, ¿por qué un gato?
El timbre suena al pasar un rato más, y no es hasta que veo a Koa salir por las puertas, con dos chicos más, que me coloco de pie y bajo de un salto. Caída con gracia que ni en mis tiempos humanos pude lograr. Varios posan su atención en mí mientras camino, y aunque algunas chicas buscan acariciarme, mis dientes relucen creando espanto en sus rostros
Sí, huyan. Y eviten morir como yo.
—Ao, ¿qué demonios...?
Suelto un maullido, justo cuando siento como las manos de Koa me despegan del suelo. Acaricia mi oreja, y eso me hace ronronear casi de inmediato. Normalmente lo mordería o un rasguño que lo haga sangrar, pero siento que él necesita esto.
—Es una linda gata.
Ambos volvemos nuestra atención hacia la voz, en donde Lynn —sí, Lynn, esa Lynn— le sonríe a Koa con un saludo tranquilo. Una sonrisa como la de aquella vez. Quiero morder a Koa por eso, pero decido que volver a casa en sus brazos es mejor opción para mí.
Mientras la pareja avanza en total silencio, yo me acomodo en los brazos del chico. Mis ojos se alzan para mirarlo, pero no hay ninguna expresión en su rostro. Ni siquiera hay un rastro de nervios al estar con Lynn. Quizás sea porque, a pesar de todo, hace ya años desde lo sucedido. Y ninguno de los dos parece tener algo.
Cuando estamos cerca al sitio en donde caí muerta, Koa se detiene y mira justo al centro de la calle. Puedo verme a través de sus ojos, y quiero llorar de tristeza.
Sus emociones. Estoy sintiendo sus emociones.
—Todo fue mi culpa. De verdad lo siento, Koa.
—No ha sido cosa tuya, Lynn. Sólo fue un accidente, es todo.
Al escuchar eso, lo muerdo hasta hacerlo sangrar. Luego, salto fuera de su agarre y caigo con gracia sobre el suelo. La cola la mantengo arriba con altanería.
Koa se mira la herida, antes de suspirar profundamente.
—Si se me hacía raro que no me atacaras, Ao.
—Te veo mañana, Koa —se despide Lynn, desviando su camino por la otra calle. Koa la mira por un segundo, antes de volver sus ojos a mí.
—Vamos a casa, Ao.
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Los gatitos hacen miau
Short StoryPara muchos, el efecto dominó podría ser considerado algo bueno, o algo malo; todo podría depender siempre de la situación en la que éste se ejecuta. Sin embargo, para Kanna, no resultó tan bien como lo esperaba. El día en que decidió por fin confes...