La propuesta de la Diosa

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Hace tanto frío aquí.

Ya perdí la noción del tiempo, realmente. No sé desde hace cuánto tiempo me encuentro rodeada de oscuridad, niebla y frío, pero puedo jurar que es mucho. Mirando hacia arriba, flotando desnuda, puedo suponer que bastante. A pesar de que parece que mi vida se ha estancado, me he dado cuenta que he crecido, que no soy la misma niña de doce años que perdió la vida tan estúpidamente. Podría jurar que mi cuerpo es de unos dieciséis, a pesar de que mis pechos no crecieron mucho que digamos.

Suelto un suspiro frustrado, cerrando los ojos.

Si no hubiera sido tan tonta aquella vez, quizás no estaría muerta ahora. Realmente no sé qué es este lugar, pero no es el cielo, tampoco el infierno. Desconozco mi propósito aquí, o si alguna vez podré descansar en paz. Después de todo, estoy muerta.

—Kanna... —una voz suave y femenina me llama, por primera vez después de tanto tiempo en silencio—. Es hora de que despiertes, Kanna.

Entonces, como salida de la nada, una luz logra obtener todo de mí.

Cuando vuelvo en sí, el lugar parece estar rodeado de galaxias, de estrellas y planetas más allá de la imaginación. El inicio y el fin, decido llamarle. Frente a mí, una mujer de aspecto risueño y cabello rosado, se inclina para estar en mi posición. Sus ojos recorren mi cuerpo desnudo, y es inmediato cuando lo cubro con mis brazos.

—¡Mujer pervertida!

—Creo que me voy a arrepentir... —murmura por lo bajo, colocándose se pie—. Bienvenida al intermedio del mundo, Kanna. Mi nombre es Agatha, pero puedes llamarme la Diosa de las vidas. Mi propósito en este mundo, es velar por las almas en pena, y brindarles una oportunidad para que obtengan su descanso eterno, sin embargo, esto dependerá del deseo profundo de su corazón.

Me enderezo, cubriendo mis pechos desnudos con mi largo cabello pelirrojo, mis ojos se fijan en la mujer, luego en mi alrededor, y juraría que esto es sólo una mala broma, de no ser porque realmente sentí cada segundo de mi muerte.

—¿Qué quieres decir?

—Doy una segunda oportunidad —alza dos dedos en mi dirección—, a las almas que dejaron algo incompleto en el mundo de los vivos. Una manera sana de conseguir el descanso eterno, de no lograrlo, entonces... —piensa un poco—, arderás en las fosas. El vacío te reclamará.

¡Qué!

—Si te ha tocado salir del limbo, se debe a que tus días ya están contados. Tu alma tiene algo que hacer, un propósito al cual yo decidí darle una oportunidad. El resto dependerá de ti.

—Entonces, ¿podría ver a mis padres, a mis hermanos...? ¿Podré volver a la vida?

—Así es. Hasta que logres tu propósito. Una vez obtenido, el descanso te recibirá de forma inmediata. E irás en busca de la felicidad.

—¿Qué es lo que debo hacer?

—Sólo desearlo.

Miro mis manos. ¿Así de fácil?

Sospeso mis opciones con detenimiento. Es bastante obvio que no aceptarlas, es una condena inmediata, y de aceptarlas y que algo salga mal... aunque... Quizás mi alma pueda conseguir el descanso eterno, si logro tomar venganza.

Comprimo la sonrisa macabra que quiere deslizarse por mi boca, antes de alzar la mirada a la Diosa Agatha, que extiende una mano hacia mí, para sellar el trato.

No lo pienso dos veces antes de tomarla, y un destello de luz aparece sobre nuestras cabezas, absorbiendo mi cuerpo con su poderoso viento. Me sujeto de la mano de la mujer que no parece verse afectada por la absorción.

—Ya es momento de volver.

Entonces, la pregunta clave resuena en mi cabeza: ¿volveré siendo yo o...?

Pero ya es muy tarde para preguntarlo, el hoyo me absorbe.

Los gatitos hacen miauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora