¿Los gatos tienen mala suerte?

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¿Los gatos tienen mala suerte? ¿Los verdaderos gatos tienen tan mala suerte?

Una de las cosas que la Diosa decidió grabarme a fuego en la memoria, es que evitara a las personas con dones. Que los evitara a toda costa. Y, como salido de la nada, llega este chico y puede verme.

Mientras ambos nos devolvemos la mirada en total silencio, él me analiza de pie a cabeza. Me encuentro arrodillada frente a él, con mis rasgos poco humanos a la vista. Con un cabello rozando los hombros y muy mal recortado. Con un uniforme de preparatoria. Con cola, orejas y ojos que no son de una persona común.

Es simple, no soy alguien...

Entonces, después de que ambos analicemos la situación casi al mismo tiempo, él vuelve a gritar.

—¡Koa! ¡Koa! —sale disparado por el pasillo y, cuando regresa, lo hace empujando al susodicho. La lata de refresco queda a medio camino, mientras me mira, y creo que me ha visto, hasta que me veo y noto que soy un gato otra vez. El chico desconocido también me mira, y parece incrédulo ante el hecho de que soy una gata pelirroja—. Te juro que había una chica aquí. Te juro que tu gato era ella.

Koa suelta una risita, librándose del agarre.

—Toma esta, Hak. Parece que el cansancio te está dando mal. —El cambio es inmediato cuando Koa no me mira y se encuentra a una distancia prudente, pero aún tengo los ojos de Hak que me analizan.

—¡Koa! —El susodicho regresa, razón por la que vuelvo a ser un gato. Un mareo me invade, y creo que me voy a enfermar de tanta metamorfosis tan compleja—. Era... ¿qué demonios?

Hak frunce el ceño, pero empuja lejos del campo de visión a Koa. Mi forma de espíritu vuelve. Lo trae de regreso una vez más, y soy un gato. Se va: espíritu. Regresa: gato.

Espíritu. Gato. Espíritu. Gato... espíritu. Gato.

—Ya, Hak. Me mareas.

Koa vuelve a la cocina una vez más, y yo vuelvo a ser un espíritu. Mi cabeza duele y creo que quiero vomitar, pero no siendo suficiente con eso, Hak se acerca casi corriendo hacia mí, y se arrodilla. Su mano vuela a mi oreja derecha, y la aprieta.

Un maullido adolorido sale de mí, y un rasguño es dado con fuerza en su brazo. Él se aleja, pero no deja de parpadear mientras me mira con atención.

—¿Qué demonios eres?

—No soy un demonio —sobo mi oreja, sintiendo raro hablar con alguien que no sea Agatha—. Soy sólo un... —¿debería explicarle? La Diosa me advirtió que me alejara de los Dones—. No lo sé. ¿Un alma en pena?

—Es la primera vez que veo un alma en pena tan rara. La primera vez que veo un alma, de hecho.

—Gracias por el halago.

—Cuando sólo estamos tú y yo, eres... ésta —me señala de arriba abajo, y yo quiero matarlo—. Pero cuando Koa te mira, eres un gato. ¿Siempre ha sido así?

—No conozco los detalles. Realmente esto es nuevo para mí.

—¿Por qué estás aquí?

Encojo un hombro, pero no respondo.

—Mi abuela podía ver espíritus, pero no le creí. Ella decía que varios de ellos tenían apariencia o rasgos de animales y... lo siento, abuela, creíamos que estabas loca, pero... —me mira con atención—. ¿Qué haces aquí? ¿Acaso eres del tipo de espíritu que atormenta? ¿Qué vaga?

Hago una mueca.

—¿Eres así de curioso?

—No todos los días me pasa esto, entiende. ¿Por qué estás aquí?

—Soy un alma en pena con un propósito, eso es lo que sucede. —Jugueteo con mis dedos—, y parece que mi objetivo ahora es Koa...

—Hak, ¿con quién hablas?

Y, de nuevo, soy un gato.

Los gatitos hacen miauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora