Una noche de lágrimas

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Después de una larga sesión de fotos que parecía interminable, por fin logro acomodarme en la ventana. La noche oscura brilla con estrellas, y la luna que se mantiene en lo alto, me llena de una melancolía interesante.

Gata o no gata, no dejo de sentir esto que me hace humana.

Me acomodo mejor, mirando el cielo hasta sentirme algo dormida. Sin embargo, en medio de la oscuridad de la casa, logro ver una figura moviéndose por el pasillo. Gracias a mi visión nocturna, logro darme cuenta de que es Koa el que se pasea por la oscuridad.

Bajando de alfeizar, camino hasta él sin que se dé cuenta, luego, lo sigo de vuelta a su habitación, y cuando se sienta en la cama y veo el reflejo de una lágrima, me detengo en seco. Su cabeza está baja, mirando algo que sostiene en sus manos. Se echa hacia atrás sobre el colchón, y apenas y logro escuchar el sollozo contenido

Confundida y llevada por la curiosidad, salto a la cama, hasta acomodarme sobre su barriga. Se sobresalta un poco, pero me mira y suelta un suspiro.

—Ao, hola —me saluda, limpiando las lágrimas con el dorso de su mano. Se endereza, colocándome en su regazo—. Eres una gata muy rara.

Lo muerdo con suavidad, sin llegar a herirlo.

—A veces siento que... eres diferente, Ao. Diferente a los gatos —Su comentario me alerta—. Pero sería una total locura —suelta una risita, cubriendo la mitad de su rostro con el antebrazo—. ¿Qué estoy diciendo?

No dice más, pero se concentra en mirar por la ventana mientras me acaricia el pelaje. Me arrimo aún más a su cuerpo, sintiendo como su tristeza de apoco se va alejando.

¿Acaso mi propósito es hacer feliz a Koa? ¿Pero qué lo hace sentirse triste? ¿Cómo podría evitarlo?

¿Cuál es mi propósito, Diosa?

Los gatitos hacen miauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora