No sabía que Koa se había intentado suicidar. No sabía que lo había hecho dos veces. No sabía que estuvo internado, ni mucho menos que sentía remordimientos por mi muerte. Según se culpaba de lo que me había sucedido, según nadie más que él tenía la culpa de que yo, tan tontamente, me había echado a correr con el corazón roto.
Pero era mi culpa. Realmente quería decirle que era mi culpa. Realmente quería decirle que lo perdonaba, que no tenía caso y que estaba "remotamente bien". Que aquel día todo estaba bien. Aunque estuviera mintiendo.
Pero no esperaba que la realidad fuera, que Koa no estaba haciéndose de novio con Lynn. En realidad, la estaba rechazando. Desde mi punto de vista era otro ángulo, era otro significado. Y saber que me morí por andar de burra, me cayó como balde con agua fría.
Sin duda no debí haber reencarnado en un gato. Debí nacer directamente de un burro, por bruta.
Estaba en el cuarto con Koa, sin ganas de dejarlo solo. Él me acariciaba la cabeza, mientras que con la otra, jugaba con su teléfono móvil. Pasaba la media noche, y podía ver el sueño apretar sus ojos a cada parpadeo. Pero no estaba dispuesto a dormir.
Se giró de lado, dejando su teléfono boca abajo antes de mirarme con suma atención. Sus ojos analizaban mis pupilas como si buscara algo.
Lo entendí cuando habló:
—Dijo que vio a Kanna en ti. Y no entiendo cómo pudo ser eso posible, si ella está... —no se atrevía a decirlo. Su voz fallaba cuando apenas siquiera intentaba abrir la boca—. Ni siquiera tendría sentido, dado que él era tan pequeño como para considerarlo siquiera que había nacido.
Dejó ir un bufido silencioso, cubriendo su frente con fastidio.
—Realmente, Ao, realmente, esto es una...
Me subí a su pecho, arrimándome para darle cariño. No fue hasta que se quedó dormido, que caí en cuenta de que había cambiado de apariencia. Con cuidado y sin querer despertarlo, acaricié su mejilla con mis dedos. Tan suavemente que apenas y lo tocaba. Arrugó un poco el gesto, antes de girarse a mí y, aún dormido, abrazar mi cintura y apretarse contra mi pecho.
Esa noche lloré. Llena de culpa, remordimientos y perdón. Sobre todo perdón.
No podía creer que los malentendidos podían acabar tanto con una persona. Pero realmente pasaba así.
Y quería que Koa estuviera bien. Después de todo, tenía que irme. No faltaba mucho tiempo para que las manos vinieran por mí.
No faltaba nada de tiempo para que la luna llegara a su punto, y que las manos me llevaran al vacío .
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Los gatitos hacen miau
KurzgeschichtenPara muchos, el efecto dominó podría ser considerado algo bueno, o algo malo; todo podría depender siempre de la situación en la que éste se ejecuta. Sin embargo, para Kanna, no resultó tan bien como lo esperaba. El día en que decidió por fin confes...