Gotas frías

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WangJi tocó la puerta del Hanshi, fuera el cielo estaba casi oscuro, XiChen había pasado dos días enteros meditando al interior. Tocó una vez esperando encontrar una respuesta. Los pasos le indicaron que así sería. La puerta se abrió dejando ver a XiChen.

—WangJi —dijo XiChen mirándole.

El rostro aún joven, se mostró con claras marcas de cansancio, las ojeras por falta de sueño adornaban sus ojos pardos.

—Hermano —saludo WangJi y luego buscó en su túnica —traje esto.

Dos pergaminos se estiraron frente al rostro de XiChen.

—¿Son?

—Wei Ying los hizo días antes de dar a luz... él quería que tú.

—Entiendo —dijo tomándolos.

—El tío ahora está ocupado, tú...

No tienes que regresar si no lo quieres

Fueron las palabras que se quedaron en la garganta de WangJi

—Lo sé —dijo XiChen y sus brazos envolvieron a su hermano —gracias.

WangJi asintió y se apartó con suavidad del abrazo, luego dio media vuelta y se retiró.

XiChen lo vio partir, su hermano, su dulce hermano, cuando era pequeño era más fácil abrazarlo y cuidar de él. Con el tiempo Lan Zhan se cubrió de nieve, la fina capa siempre evitaba que la gente se acercará, pero él siempre tuvo un abrigo para él y después el joven Wei WuXian también consiguió uno. Ya no necesitaba cuidarle, justo ahora parecía ser al revés.

XiChen miró los pergaminos.

Yo me he llenado de lluvia hermano

Entró al Hanshi y cerró la puerta. Tiempo después sólo se vio un pequeño destello.

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—A-Yao...

GuangYao miró su mano, descansaba en una taza con un líquido violeta. Dudo antes de alzar la vista, pero lo hizo. Sus ojos se encontraron con los de Qin Su.

—¿Es de él? —preguntó A-Su mientras apartaba la taza de su mano —no necesitas tomar esto.

—¿Estás molesta? —preguntó mirándole como un cachorro perdido.

Qin Su negó y le abrazó.

—Estaría ciega para no notarlo. Nunca me tocas y ustedes... lo entiendo.

A-Yao tembló en el abrazo y hundió su rostro en su vientre.

—Finjamos que es nuestro, cuando avance, toma un viaje, yo te alcanzaré y cuando volvamos lo anunciaremos.

GuangYao asintió y se quedó en los brazos de su esposa.

A-Yao abrió los ojos, otra vez estaba soñando con lo mismo. Se sentía mareado y su vista aún estaba borrosa.

La sensación de estar perdido se hizo presente. ¿Por qué estaba soñando? ¿No estaba él en el mercado? ¿Dónde estaba la señora Luo y la pequeña Ming?

Como un golpe, llegó la revelación, su vista se aclaró y miró con miedo a su alrededor, era el cuarto de alguna posada, el techo era viejo y la cama dura.

—Ya despertó —dijo un hombre.

Su corazón se aceleró y comenzó a buscar entre sus ropas disimuladamente.

Aún después de la tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora