4 | Lila, la de los gatitos

35.3K 3.7K 4.8K
                                    

((Llevo desde que empecé a escribir la novela queriendo usar este título. Nada más para decir, disfruten la lectura <3))

 Nada más para decir, disfruten la lectura <3))

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No hay chance de que me cambie de escuela.

Como le dije a Nez una vez, es difícil que alguien se traslade a otra secundaria cuando está cursando sus últimos años. En especial, cuando las clases ya han comenzado.

Claro que, de haber sabido que Eva estaría en el mismo lugar que yo por al menos ocho horas diarias, me hubiese cambiado sin pensarlo dos veces el día que nos conocimos.

Por Dios. ¿Y ahora qué mierda voy a hacer?

Papá propone llevarme al instituto, pero rechazo la oferta. Si voy en bus, es menos probable que cruce a Eva porque vive en la zona de Kat y no hay forma de que usemos la misma línea de buses. Puede que esté sumamente paranoica, pero necesito evitar todas las alternativas posibles e impensadas, así sea coincidir con ella en un cruce de autos.

Me despido de él con un beso en la mejilla mientras veo que le tiende la mitad de su taza de café al gato que, otra vez, se ha colado por la ventana de la cocina para desayunar con nosotros. No sé qué tan bueno sea para la salud de Cale, pero me agrada que papá no esté tomando tanto café. La cafeína en exceso no es buena. Gracias al gato, no solo ha reducido su dosis diaria, sino que ha empezado a rebajar el brebaje con leche deslactosada. 

—Al gato le gusta así —me explicó una mañana cuando lo vi llenar más media taza con leche antes de agregar el café.

Fue entonces cuando bautizó al felino como Café con leche. A modo de sobrenombre —del sobrenombre ya puesto— yo lo llamo Cale.

Su verdadero nombre es Julio, pero papá dice que es muy pretencioso y que Café con leche le queda mejor.

Lo gracioso es que Cale tiene un pelaje suave del color del té. 

Ni marrón, ni rojizo, sino té. Tiene una mancha en la cara del color del dulce de leche y otras más pequeñas perdidas por todo el cuerpo, como si se hubiese restregado en el dulce luego de arrojarlo de la mesa del desayuno. Es precioso. Me gustaría que fuera mío.

Dejo a ambos, hombre y gato invasor, en el apartamento y tomo mis cosas para marcharme. Salgo más temprano de lo habitual, así que en la calle el tránsito es casi nulo, en especial en esta zona. Me apresuro a dejar atrás el complejo de edificios donde se encuentra nuestro departamento y aminoro el paso cuando llego al centro, donde el flujo de gente es un poco más activo.

No me gusta caminar sola, por eso dejo que papá me lleve a clases cada vez que puede. Sin embargo, no quiero arriesgarme. Tengo que averiguar cómo es que Eva llega a la escuela, dónde estaciona el auto su madre, padre o quien la lleve, para evitar que papá se pegue mucho a su vehículo y tengamos un encuentro involuntario.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora