Epílogo

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Eva no está por ninguna parte

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Eva no está por ninguna parte.

El sitio bajo el escenario donde esperamos las bandas próximas a tocar es del tamaño suficiente para que los cuatro, los padres de Kevin y papá nos juntemos a calmar nervios antes de la presentación. Hay un espacio vacío a la espera de Eva y Amelie, pero no están por ningún lado. Miro a Ian para averiguar si se siente tan preocupado como yo, pero, como siempre, nuestro líder permanece sereno.

Me paseo de un lado a otro por la habitación hasta que alguien posa una mano en mi hombro. Nez me obliga a dejar de morder mis uñas y me ofrece un abrazo, pero apenas puedo soportar unos segundos del apretón antes de sentirme asfixiada.

—Estás demasiado tensa —dice. Me pasa las manos por los brazos como si intentara deshacerse de una fuerza invisible—. Deshazte de tus malas vibras, rata.

Lo separo de un empujón mientras me rio.

—Tanto estar con Kevin te está haciendo mal.

Él no lo niega, pero tampoco lo noto muy convencido de que su novio tenga toda la culpa de su rareza. Antes de conocerlo y formar una relación con él, Nez ya era raro. Sería como intentar echarle la culpa a Eva por mi torpeza y nerviosismo natural.

Eva.

¿Dónde mierda está Eva?

Vuelvo a caminar de un lado a otro al alejarme de Nez. Escucho a mi amigo soltar un suspiro mientras se acerca a los padres de Kevin y este, con dulzura, le deja un beso sobre el cabello. Nez se aferra a su cintura y le dice que «al menos lo intentó».

Papá también prueba calmarme. Lo mismo que los padres de Kevin y mi baterista, pero no hay caso. Puede que Eva simplemente esté retrasada, pero ¿y si se pierde nuestra audición? No es que me parezca tan importante, pero... sí, lo es. Si no hacemos una buena presentación hoy, no podremos entrar en la lista de concursantes de septiembre.

Adiós Play and Rock. Adiós chance de tocar en un escenario importante, frente a jueces y un público, y cámaras, y reflectores, y...

No suena tan mal si lo pienso así...

—Lila —llama alguien entre la bruma de mis pensamientos. La voz de Ian es una soga que tira de mí para regresarme a la realidad con delicadeza, pero de forma bruta al mismo tiempo. Me atrapa a mitad de mi caminata y me toma de los hombros, obligándome a mirar sus ojos grises—. Cálmate.

—No puedo.

—Ya sé que no.

—¿Entonces para qué me lo pides?

—Porque necesitaba decirte algo para mantenerte quieta por dos segundos, y mira, ha funcionado.

Suelto un bufido, pero no me aparto. Las manos de Ian bajan por mis brazos mientras suelto el aire que me presiona el pecho. Cuando lo miro con atención, noto que hay una pizca de preocupación en su rostro. Eso no hace más que crearme todavía más inseguridades.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora