8 | No es una cosa menor

27.5K 3.2K 3.6K
                                    

La segunda semana de clases es como el intervalo en una pelea de boxeo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La segunda semana de clases es como el intervalo en una pelea de boxeo. Mi vida es mi contrincante, y voy perdiendo por mucho, aunque todavía no he comenzado a sangrar. Así que este entretiempo me viene como anillo al dedo para limpiarme el sudor y reponer fuerzas.

Nez se ausenta el lunes. El martes, me cuenta que se ha reunido con los chicos para organizar las audiciones que haremos para encontrar una cantante.

—Y decidieron dejarme afuera —objeto mientras la profesora de matemática se acomoda detrás de su silla para seguir corrigiendo nuestras actividades. Desde su escritorio, me manda a callar. Nez aprieta los labios—. Gracias, los quiero.

—No te enojes, Li —pide, aferrando mi brazo con suavidad.

Me zafo de su agarre y arrastro mi silla por el suelo para alejarme lo más que pueda de él.

Por desgracia, los pupitres no tienen espacio suficiente para quedar a una distancia prudente de Nez. Él arrima su silla también, aprisionándome contra la pared, y se arroja encima de mi cuerpo como si fuese una mezcla entre un oso perezoso y un koala.

—Quítate.

—No hasta que te desenojes.

—Púdrete.

—¿Ya te desenojaste? —pregunta, con la mejilla aplastada en mi brazo.

—No.

—¿Y ahora?

—¿Ibanez? ¿Cruz? —llama la profesora. Nez se incorpora al instante y aprovecho que me libero de su peso para acomodarme en la silla—. ¿Podrían ponerse a trabajar?

Nez toma un lápiz y finge entender algo sobre polinomios mientras yo me esfuerzo por comprender cualquier cosa de mis apuntes. No tengo la mejor letra del mundo cuando se trata de tomar notas en matemática. Los cuadrados en las hojas encasillan mi caligrafía, la cual prefiere ser libre y redonda en las hojas rayadas o en las blancas de mi libreta de notas.

—No queríamos dejarte fuera —explica Nez, casi susurrando. Casi, porque Nez no es para nada sigiloso. Su murmullo es del tono de una conversación normal—, pero Ian dijo que era lo mejor.

—¿Por qué?

Aprieta los labios y aparta la mirada de mí.

—¿Nez? —insisto.

Mi amigo vuelve a mirarme y noto la disculpa en sus ojos incluso antes de que la suelte.

Me sé de memoria sus facciones y soy capaz de reconocer sus intenciones antes de que las proclame en voz alta. La forma en la que sus ojos se achinan cuando está muy feliz, sus cejas caídas si está triste, cómo traba la mandíbula cuando se enfada.

Ahora, con los labios fruncidos en una línea casi recta y la mejilla derecha hundida bajo sus dientes, sé que ha metido la pata en algo o quizás ha hablado demás.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora