6 | Viene y va

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Kat no se molesta en avisar que no aparecerá al día siguiente

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Kat no se molesta en avisar que no aparecerá al día siguiente.

Tampoco me envía un mensaje o me llama para dejarme tranquila, para asegurarme que no la han raptado unos aliens. Tan solo está siendo ella, una vez más. No hace nada, y sin embargo, a pesar de que la espero cada día, no me preocupa que las puertas del instituto cierren y ella no las haya atravesado.

Pasa el miércoles sin que dé señales de vida.

El jueves, cuando la última campanada resuena en nuestros oídos, me giro a ver su pupitre, que lleva vacío dos días consecutivos. Mis nervios saltan, y Nez lo nota.

—¿Qué esperas tanto?

—¿Qué? —Me giro a verlo mientras bajamos las escaleras.

Otra vez, he provocado que nos quedemos más tiempo en el salón de forma intencional para evitar los posibles choques con Eva. En los pasillos queda poca gente, así que mi voz retumba en el escalofriante vacío.

—Estás distraída —acusa, acomodando la correa de su mochila. 

Hace malabares con sus audífonos para encenderlos y me tiende uno como si se tratara de un caramelo. Le agradezco, pero no lo tomo. No quiero escuchar música hoy. No puedo concentrarme en otra cosa que no sean las ideas que burbujean en mi cabeza, a punto de hacer ebullición.

—¿Pasa algo?

—No.

—¿Segura? —Nez entrecierra los ojos mientras me mira y, cuando le devuelvo la mirada, sé que me he delatado—. Ah, Kat.

Suspiro.

Oír su nombre es un golpecito en las costillas, donde ya comienza a formarse un moretón. No solo estoy preocupada por su ausencia, sino también molesta. Kat no ha contestado a ninguno de mis mensajes ni llamadas y, a pesar de que estoy un poco acostumbrada a que me deje plantada, la situación se me antoja amarga.

Se supone que íbamos a pasear con su nueva licencia. ¿Acaso está haciéndome pagar por no haberla acompañado?

Si es así, puede terminar ya con su juego. Me preocupa, y me duele que me ignore.

No voy a la casa de Nez. Me subo al bus que me lleva a mi hogar y arrastro los pies para subir las escaleras como quien no quiere la cosa. Tengo tarea de cálculo que planeo resolver para sacarme todos los pensamientos de la cabeza. En especial, los que tienen que ver con mi mejor amiga desaparecida.

Sin embargo, en cuanto me cambio la ropa por algo más cómodo y arrojo el cuaderno sobre la mesa de la cocina, mi cerebro se bloquea y no logro resolver siquiera las sumas más sencillas.

Dos más dos, y ya estoy pensando en la banda, en las audiciones que Ian quiere hacer, en lo tenso que se veía Kevin cuando nos habló de su curso y la ley de hielo que Kat parece haberme aplicado sin razón alguna.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora