16 | Lo elegí para ti

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No es que Eva me ponga nerviosa, ni el hecho de estar junto a ella sintiendo su perfume entremezclado con el otro puñado de aromas que pululan en el aire

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No es que Eva me ponga nerviosa, ni el hecho de estar junto a ella sintiendo su perfume entremezclado con el otro puñado de aromas que pululan en el aire. No se trata de ella, sino de mí. Más precisamente, de mi falta de confianza frente a cualquier situación social.

Estamos caminando hace poco más de cinco minutos, siguiendo un camino que ninguna de las dos parece tener muy claro, pero no hemos hecho observación alguna acerca de ello. Nuestros planes no están explícitos, pero no nos molesta, Al menos, a mí no.

Eva es la única que habla, y lo hace en escasas ocasiones. Señala un parador y dice que allí venden buen café, luego una confitería y me asegura que sus batidos de chocolate son los mejores. Más tarde, pasamos frente a una disquería y me pregunta acerca del ensayo.

—Estuvo bien —digo simplemente. Veo que ella relaja su dulce sonrisa, haciendo que se vuelva tensa—. No tocamos demasiado, la verdad. Kevin no recordaba el ritmo correcto de la canción que queríamos ensayar.

—¿Y cantaste?

—Casi nada.

Eva asiente, y yo me siento una estúpida.

Cuando nos detenemos en la esquina, decido que no estoy siendo ni de cerca una buena compañía, así que me armo de valor y tiro de su manga para llamar su atención. Ella me mira y luego sonríe. No parece molesta por mi falta de actitud y confianza, pero me siento en la necesidad de pedirle perdón.

—¿Por qué? —pregunta ella—. No has hecho nada.

—Exacto —señalo—. No te he hecho ni una sola pregunta. Estoy siendo una pésima compañía.

Eva se ríe con suavidad y niega con la cabeza.

—Para nada.

—Eres demasiado amable para decírmelo —le recrimino mientras cruzamos por el paso de cebra cuando el semáforo se ha puesto en rojo para los conductores.

—No soy demasiado amable, es solo que no estás siendo una mala compañía. No sé por qué crees eso.

—¿Segura? —Eva asiente—. Igual quiero compensarlo.

Eva me mira con el ceño ligeramente fruncido, aún con una sonrisa en los labios, y soy consciente de lo seria que ha sonado mi frase.

Diría que me sonrojo, pero el rubor de mis mejillas no se ha desvanecido desde que me saludó con un beso al encontrarnos frente al estudio, así que mi cara sigue tan roja como siempre.

—De acuerdo —asiente Eva—. ¿Te sentirías mejor si te dijera a dónde vamos?

—¿Tienes un plan? —pregunto, verdaderamente sorprendida. Creí que solo estábamos caminando en círculos, sin un rumbo fijo, pero parece que todo este tiempo me ha estado llevando a donde ella quería ir.

Asiente y me explica que es «algo así como un plan».

—Una vez dijiste que también te gustaba leer —comenta mientras seguimos caminando.

Acordes para LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora