24

54 11 117
                                    

Esa visión de Zach disfrutando mi tortura llegó a mi mente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa visión de Zach disfrutando mi tortura llegó a mi mente.

Quise decirlo eso a Elaine Price. De pronto comencé a sentirme totalmente insegura al pensar en Zach, y en su marca. He estudiado psicología, he escuchado las pláticas de mi sabia abuela, he conversado con mis docentes en esas épocas de escuela, he hecho muchas cosas y dicho otras. A lo que voy con esto, yo siempre he sabido que las personas no somos objeto. No le pertenecemos a nadie.

Pero cuando se trataba de demonios, las cosas son diferentes.

—No —negué—. No es posible.

Ella tomó mis dos manos, antes de que me desmorone y caiga en el llanto absoluto. Acercó su rostro para mirarme mejor. Ella no me estaba juzgando, pero tampoco estaba ofreciendo una compasión tan benigna.

—Y me lastima pensar que como Coven no podemos hacer nada por ti. No podemos ayudarte. Los demonios tienen mucha maldad y protervia, querida Angela. No debiste relacionarte con uno de ellos, pero ya no se puede hacer nada más.

—No hay vuelta atrás.

Decir eso era doloroso. Me odié por haber confiado en Zach. Es que parecía una persona normal a veces, cuando estaba conmigo. En ese momento recordé todas sus bromas. Recordé cuando se había sentido acosado con la señora Peterson, cuando había simulado su nombre con él de la marca comercial de mi ouija. Recordé muchas cosas, y maldije. Maldije porque fui una estúpida.

—Aprende a callar esas voces internas, querida. —Elaine cerró los ojos, apretando un poco los párpados, y con las palmas de las manos apoyadas en la mesa—. No te servirán. Debes soltarlas, y reciclarlas con la madre naturaleza.

—¿Y cómo se supone que deba reaccionar? —le dije, un poco altanera—. Sabiendo que algún día iré al infierno, y no voy a poder escapar. ¡Le perteneceré a ese maldito demonio, y quién sabe que hará conmigo! Seré un juguete por toda la eternidad. —Lo último lo había susurrado, como si de esa forma disminuyera la potente sensación de mierda que me estaba matando de manera obvia—. ¡Así que no! ¡No pienso callar las voces! ¡No sé cómo hacerlo, y mi reacción es muy normal respecto a la situación que estoy viviendo!

Hubo un silencio.

No me había percatado de que me había levantado de la mesa, y le había gritado a Elaine Price. A la maldita bruja mayor. ¿Qué me estaba pasando? ¿Es qué ya no le temo a nada?

No.

No había otra cosa más grande que temer, más que a la misma idea de que me iré al infierno, literalmente.

—Empezaremos mañana con la clase de acallar los pensamientos. Puedes retirarte.

Elaine Price se había levantado de su asiento, mirándome con completa normalidad. Había optado por una posición recta, con los brazos rodeando su espalda baja, con sus manos tomadas, libremente. Algo característico de ella y su autoridad. Hablaba con naturalidad, Como si no hubiese pasado nada extraño, y todo estaba avanzando relativamente bien. Ella estaba muy tranquila, y yo me estaba cayendo a pedazos. La idea de mi piel siendo quemada en una hoguera volvió a mi mente, pero esta vez, visualicé también a Elaine Price encendiendo un cigarrillo con el fuego que se adentraba en mí, y me destruía. Yo gritando mi dolor, ella fumando su cigarrillo con neutralidad.

Lo celestial de tu infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora