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—Muy bien, prostituta de Varlatek, vamos a dormir

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—Muy bien, prostituta de Varlatek, vamos a dormir.

Los ojos de Zach se volvieron rojos como la sangre. Oscuros, y lóbregos. El comentario de Lyann no le había parecido nada chistoso, fue todo lo contrario. Estaba apunto de decirle algo, pero entonces lo llamé. Él, algo extrañado, se acercó a mí, y le dije que se recostara a mi lado.

—Él no necesita dormir.

—Por Dios, cállate Lyann. —Vociferé con enojo—. Y por favor, ve a asustar humanos en el pueblo, tu presencia me agota, y necesito tener energía para la regresión.

Ella se cruzó de brazos, pero resignada, sin decir nada, obedeció. Todas sus partículas se habían esfumado, como si nunca antes hubiese estado aquí. Suspiré, casi disfrutando del aire solemne que se atravesaba por el bosque.

Quedamos en silencio. No me gustaba el silencio. Me hacía sentir un adiós, como si la vida estuviera empujándome lentamente a la soledad absoluta. Eso me desesperaba. Me acurruqué entre el pasto suave y para nada incómodo.

—Escucha —murmuró él—. Sé que Lyann puede resultar muy fastidiosa, pero no te molestes tanto con ella. Ha sufrido mucho en su vida y...

—¿Qué? ¿La estás justificando?

Lo interrumpí molesta, volteándome para mirarlo directamente a los ojos, los cuales ya no estaban de un rojo oscuro. Pero tampoco estaban negros. Estaban rojos, pero brillaban intensamente. Eran los ojos del deseo. Me hizo quedarme mirándolo un buen tiempo, casi hipnotizada.

Desvié la mirada rápidamente.

—No. Bueno... Perdón.

—No, está bien. —Contesté.

¿Podrías venir a mi lado?

Cada vez que le hablaba de forma mental se eliminaba la orden de que él no entre en mis pensamientos automáticamente. Aquel no dijo nada, sólo se acercó a mí, y sentí el calor de su cuerpo junto al mío.

—Algo te pasa —dijo.

—Tengo miedo... —respondí, entonces. Aquel pareció interesarse, y se acercó mucho más a mí. Ambos acostados, tan cerca el uno del otro, nuestros cuerpos tocándose, todo parecía ser mágico.

Pero en realidad todo era falso.

—¿Algo que quieras decirme?

Mi mente oscilaba en dos alternativas. O contarle todo, o no contarle nada. Si le contaba todo, probablemente intente negarlo, puesto que esa sería su técnica demoníaca para continuar con su método de acercarse a su presa, en este caso, yo. Y probablemente vuelva a caer en su juego, una y otra vez.

Y la otra opción no me parecía justa. Ni para él, ni para mí. No sacaría nada ocultándolo. Al fin y al cabo, alguna vez tendría que decirlo, sólo era cuestión de tiempo.

Lo celestial de tu infiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora