Capítulo 1 2.0

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Hola, solo por fines recreativos subiré el primer capítulo re-escrito de esta historia. Servirá para refrescarle la memoria a algunas y para que vean qué me gustaría hacer en el futuro con ella. Pero como comentaba en la parte anterior, "Conduciéndome a la locura" continuará desde donde se quedó (no haré borrón e historia nueva, ojo). Sin mas que añadir, espero que encuentren entretenida esta introducción alternativa al mundo de Jessica.

*

La ardilla rabiosa que corría por la acera hiperventilando y a tres segundos de caer tiesa al suelo, en realidad no era una ardilla. Aunque para que mentirme, muy bien podría serlo, tenía el pelo del mismo tono y tan abundante como para donar dos pelucas a los niños con cáncer —por desgracia, no era tan buena samaritana—. Tenía la cara cubierta de cabellos al mejor estilo de Emily Rose, intentando recogerlos de todos los ángulos y hacerme una cola alta, mientras ignoraba el ardor en mis piernas. Tosí saliva y pérdida en la acción como estaba, me cuestioné otra vez porqué estaba corriendo como si un asesino serial me estuviese persiguiendo.

Ah, sí, porque de todas maneras resultaría MUERTA si no llegaba pronto a la escuela. ¡Vaya día había escogido para perder el autobús! Necesitaba aquellos créditos extras si quería una oportunidad para aprobar educación física y salvar mi patético trasero de las clases de verano.

Pasé el estacionamiento, subí las escaleras de dos en dos y empujé las puertas quizás con mucha fuerza. El sonido de éstas abriéndose y cerrándose junto a las suelas de mis zapatillas se escuchó a través del deserto pasillo hasta que la entrada se mantuvo quieta de nuevo. Juró por el Señor Tenebroso que el bote de basura se atravesó en mi camino, y casi me quedó sin aire cuando me pegué con el borde en el estómago. Miré con odio a mi agresor en el suelo con todos los papeles, el esqueleto de una manzana y botellas que se habían esparcido, y me dije que no había sido mi culpa.

Me desplacé al otro lado de la escuela en tiempo récord, cosa que jamás hubiese podido hacer en un día de semana. Me detuve frente a una puerta de madera y la empujé con delicadeza esta vez. Me sequé el sudor de la frente con el dorso de la mano y me aplaqué con las manos las arrugas de la camiseta blanca, intentando regular mi respiración. El edificio estaba rodeada de una hilera de árboles y arbustos, habían mesas con bancas de madera donde me hubiese encantado echarme a descansar un minuto.

Me dí cuenta que bajo la sombra de un árbol y con la espalda reposando contra la pared de ladrillos, había un chico fumándose un cigarrillo. No podía ver con precisión los detalles de su rostro, pero llevaba pantalones cortos y una camiseta blanca. Me miró con un ojo abierto y le dio otra calada a su cigarrillo despreocupadamente.

Me proponía a darle la vuelta al edificio, cuando su voz me detuvo.

—Pensé que un elefante era lo que iba a cruzar esa puerta —dijo señalando la salida con un perezoso movimiento de cabeza—. La sutileza es un arte que sospecho que nadie te ha dicho hasta ahora que no dominas.

—Lo dice el sujeto que cree que está fumando en el patio de su casa —respondí deprisa, procurando no sonar entrecortada como mi respiración.

Estaba frunciendo el ceño, aunque probablemente había nacido haciéndolo. Vi al chico encogerse de hombros y pasé frente a él ignorandolo y a la peste que emanaba.

Cuando crucé en la esquina, el pavimento del piso le dio paso a la tierra. El terreno que se extendía delante era amplio y tenía cuatro bases en forma de triángulo, aquí solíamos hacer educación física. El gimnasio rara vez se usaba, no era secreto para nadie que el "entrenador" Krueger —así era como nuestro profesor nos obligaba a llamarlo, de lo contrario habrían consecuencias—, era un hombre fiero que detestaba sentirse encerrado y engañado. Siete era su número favorito, pero no eran iguales siete vueltas dentro del gimnasio a siete vueltas en el campo de práctica del equipo de béisbol.

Conduciéndome a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora