N/A: No quería subir el capítulo sino hasta culminarlo, pero no soporté el estrés psicológico, pues se alargó mucho y me di por vencida... Sin embargo, les diré que no sé preocupen, ahora que estoy de vacaciones puedo actualizar con más frecuencia. La segunda parte será subida en menos de lo que esperan, prometido.
Por último, les dejo un regalito en muldimedia ;-)
Arrastré los pies a través del jardín hasta la puerta principal, empujándola después de introducir la llave con desgano en el picaporte. Dejé las bolsas de las compras a un lado, cerrando la puerta tras de mí. Me dirigí a la cocina, donde eché el bolso sobre la isla y saqué una bolsa con el logo de la farmacia y mi modero. Emití un suspiro, después de pensar en la cantidad intacta de dinero dentro de este que me había dado mi madre para la compra de los fármacos. No estaba segura sobre contarle que alguien más había pagado por mí, sabiendo que su reacción no sería positiva.
Si me iba a quedar con el dinero, al menos debía devolverle la cantidad que hubiese restado, por lo que abrí la bolsa de la farmacia y tomé la factura para chequearlo. Ojeé el nombre de los productos y mis ojos se detuvieron sobre un cuarto nombre.
El pequeño trozo de papel resbaló de mi mano.
Aparté las pastillas y en el fondo de la bolsa encontré una caja de condones. La tomé y la miré con estupefacción.
—Hola, hija. No me enviaste un mensaje cuando llegaste —dijo mi madre entrando a la cocina.
No había oído la puerta principal abrirse, o siquiera cerrarse, pero cuando escuché su voz, reaccioné escondiendo la caja de condones en el bolsillo trasero de mi short.
Afortunadamente, le estaba prestando más atención a su móvil que a mí.
—Acabo de llegar… —dije despacio, intentando disimular mi nerviosismo.
—Entiendo. ¿Cómo te fue, cariño? —levantó la vista y sus ojos adquirieron una chispa de emoción en el momento que se posaron sobre la bolsa de los fármacos—. Oh, trajiste lo que te pedí.
Ella hizo amago de acercarse y me apresuré a tomar mis cosas y la factura para marcharme.
—Bien, gracias —pasé por su lado, fingiendo un andar natural—. Si no te molesta, iré a mi habitación. No tengo hambre, así que no creo que baje a cenar.
Estaba apunto de cruzar el umbral que dividía la cocina de la sala, cuando la voz de mi madre me hizo detenerme en seco.
—Jessica —dijo mi nombre de manera autoritaria, y preguntó—. ¿Qué tienes en el bolsillo?
Mierda, mierda, mierda…
Mi ritmo cardiaco aumentó por segunda vez en menos de un minuto. Me mordí el labio, mientras pensaba rápidamente qué decir.
Me di la vuelta.
—Una caja de Nerds¹ —mentí, ensanchando una falsa sonrisa.
Ella frunció el ceño.
—Jessica, eso no es un alimento. Ya sabes lo que los caramelos le hacen a tus dientes —comenzó a reprenderme. Aunque odiaba este tipo de situaciones, me sentí aliviada de que mi madre me creyera—. No me importa si te has comido unos pocos, deshazte de ella.
—¡Sí, mamá! —exclamé, muy dispuesta a deshacerme de la condenada caja.
Mamá apartó la mirada y proseguí a irme pitando de allí, dirigiéndome escaleras arriba hacía mi habitación.
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Conduciéndome a la locura
RomanceJessica Foller tiene la paciencia del tamaño de una pasa, razón por la cual su grupo social es tan diminuto -por no decir solo de tres personas, incluyéndola-. Desde el primer día que puso un pie en el instituto, su plan fue pasar desapercibida hast...