XI. Como un cuento de hadas

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N/A: Este capítulo va dedicado a mi querida amiga, @AngRev por su cumpleaños. Este fue hace un par de días, pero mejor dar algo tarde que nunca, ¿cierto? Espero que tanto ella como ustedes disfruten este capítulo. Es un poco corto, sí, pero no podía extenderme más si quería que el siguiente fuera una bomba en todo sentido de la palabra. En este dejé una pista —muy obvia, por cierto— de qué tratará el siguiente. Así que, queridas personas, hagan sus hipótesis, voten y no olviden comentar. De esa manera estarán completando el ciclo de Wattpad(?).

¡Un abrazo!

A la mañana siguiente, desperté con la sensación de que alguien me estaba observando. Entreabrí los parpados y me encontré con un par de ojos color aguamarina, demasiado familiares para haberme exaltado por no saber a quién pertenecían. Nicole se echó hacia atrás, y pude ver su enorme sonrisa, mientras me incorporaba en la cama. Nos quedamos mirando una a la otra en silencio. Ella lucía como una bomba apunto de estallar. Sin embargo, no soltó lo que tenía para decir. En su lugar me forzó a entrar al baño, y tan pronto terminé de asearme y coloqué un pie en la habitación, me arrastró hacia el exterior.

En el camino nos encontramos con mamá, quien acababa de abrir la puerta de su habitación con un semblante de ultratumba. En el momento que hicimos contacto visual, se relajó visiblemente, pero ahora lucía avergonzada. Se disculpó con nosotras por no habernos ido a recoger en la madrugada, ya que se quedó dormida. Pidió a Nicole que no le comentara este pequeño incidente a su madre, a lo que mi amiga le restó importancia. Percibí que quería decir algo más cuando me miró, tal vez reprenderme por no haberle avisado cuando llegamos a casa —francamente, estaba tan cansada que lo había olvidado—, pero mi experiencia dictaba que no lo haría hasta que Nicole se hubiese ido.

—No se preocupe, señora Foller —mamá hizo una mueca—. Jess y yo nos encargaremos del desayuno. Vuelva a la cama.

Mamá olvidó su disgustó por un momento, y accedió a regresar al interior de su habitación después de agradecernos. Nicole, el director de mi escuela, la maestra de Kaya y muchas otras personas solían olvidar que mamá era divorciada, lo que significaba que ya no era “la señora Foller”. Aunque ella alegaba que después del divorcio estaba en buenos términos con papá, todavía existía tensión entre ellos. Así que prefería ser llamada por su nombre de pila, o apellido de soltera.

Bajamos las escaleras, cruzamos hacia la izquierda y entramos a la cocina. Nicole subió a la isla de la cocina y se sentó de espalda al umbral que conectaba la cocina y la sala. Su estrategia había funcionado, no había nadie cerca que la hiciera cohibirse de contarme su historia. No obstante, ella estaba en silencio, luciendo pensativa. Le estaba dando tiempo, mientras buscaba los ingredientes para preparar la mezcla de panquecas.

Saqué los huevos y la leche de la nevera, y ahora me dirigía a buscar la harina y el azúcar.

—Anoche conocí a un chico —finalmente escupió.

—¿Qué chico? —le pregunté de espalda, en el instante que buscaba un utensilio en una gaveta.

—Un enmascarado.

Mis ojos se abrieron como platos y me di la vuelta con apresuro, encontrándome con la cara de “Ups” de Nicole.

—Baja eso, por favor —dijo con humor, señalando una de mis manos—. Podrías hacerte daño.

Miré el globo batidor que sostenía en mi mano derecha y lo coloqué a un lado. Me crucé de brazos y me recargué sobre la encimera, en espera de una explicación.

Conduciéndome a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora