tercer deseo

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Bombeó con fuerza de arriba a abajo mientras sus jadeos eran amortiguados por el sonido de la lluvia artificial cayendo sobre su tonificado cuerpo.

Con una mano sosteniendose con fuerza de los azulejos mientras que con la otra solo seguía haciendo fricción sobre su falo endurecido.

No podía más que cerrar los ojos y revivir una y otra vez lo ocurrido hace tres días en la casa de la rubia, una secuencia que se repetía una y otra vez haciendo crispar en fuego cada poro de su piel.

Que dios lo perdonara si estaba pecando.

Pero no podía soportarlo más, su cuerpo ardía en deseo por la rubiecilla que en este último tiempo le estaba robando el pensamiento.

Con un último jadeo y sosteniendo su labio entre sus dientes para no gritar, logró liberarse con fuerza contenida, recibiendo los deliciosos espasmos que venían tras un orgasmo tan potente.

Jesús.

Se rió de si mismo, quizá con el paso de los años se le había pegado una que otra cosa de su esposa.

Su esposa, ¿Pero que estaba haciendo? Su esposa no era una mala mujer, estaba allá afuera atendiendo su hogar y ayudando a la caridad mientras él estaba perdido de deseo por una chica que podía ser su hija.

Pero no lo era. La voz de Serena se repetía una y otra vez en su cabeza como un bucle en espiral que lo hacia caer en el glorioso delirio de esos labios prohibidos.

Sacudió su cabeza siendo interrumpido por la voz de su esposa de el otro lado de la puerta.

--¿Estás bien?, te estás tardando mucho.

--todo está bien, no te preocupes cariño, solo me estaba lavando el cabello y sabes que tardo con eso-- terminó de salir del baño con una toalla enrollada sobre sus caderas.

--bien, el desayuno está listo-- la mujer dió media vuelta para irse pero el agarre suave sobre su muñeca la hizo girar sobre sus talones sorprediedose cuando los labios de su esposo se estrellaron sobre los suyos, era un beso demandante y agitado, al que ella era incapaz de llevarle el ritmo, mientras su esposo afianzaba su agarre en la cadera de su compañera de vida.

--¿Que te parece si nos quedamos un rato aquí?-- deslizó sus besos por el cuello de neherenia pero está colocó la palma de sus manos sobre el sólido pecho de diamante apartandolo de su cuerpo.

--¿Que te pasa? Ya no somos adolescentes-- se acomodó la ropa que ni si quiera se alcanzó a desarreglar. --no estamos para estas cosas.

--¿Que no estamos para estas cosas? Neherenia, estamos jóvenes y tengo necesidades. Hace más de seis meses que no tenemos sexo. -- la mencionada se hizo la señal de la cruz sobre su cuerpo de manera exagerada.

--¡No digas esas cosas así! Ten más respeto Diamante blackmoon.

--dime en que te estoy faltando al respeto, solo te estoy pidiendo que estemos juntos. ¿Acaso no me amas? ¿No me deseas?.

--claro que te amo, solo, solo déjame prepararme psicológicamente-- respondió un poco alterada.

--¿Qué? ... Sabes, olvídalo. No tienes que hacer esto si no quieres, yo jamás te obligaría a nada.

Se vistió rápidamente,  peinando su cabello y regiendolo en una coleta, pensó que quizá un corte de cabello no le vendría mal.

Terminó con todo, y tomó su bata médica para salir de la habitación dejando un beso en la frente de su esposa.

--antes no te quejabas por estas cosas diamante-- fue más que un susurro por parte de la pelinegra.

--por que soy paciente, ya te dije no voy a obligarte a nada, no te preocupes.

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