primer deseo

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--Buenos días señora Neherenia, hoy vine a estudiar con rey, tenemos examen de anatomía cerebral-- La rubia de cabellos largos bajo de su deportivo blanco, frente en estacionamiento del jardín de los blackmoon.

La dueña de la casa la observó de pies a cabeza, de manera desdeñoza como siempre, era sábado por la mañana y comienzos de verano en Tokio, así que la rubia lucía unos shorts cortos a la altura de la cintura, y un crop top blanco y estampado con pequeñas florecitas rojas, el cabello recogido en un chongo despeinado, maquillaje sutil y Vans blancas.
Se podía apreciar bajo su costilla derecha el tatuaje, era una frase que decía "prisma lunar" ya que eran las caricaturas que marcaron su infancia, un grupo de chicas salvando al mundo del mal; ¿A quién no iba a gustarle?.
También se podía apreciar el pequeño tatuaje en forma de ojo detrás de su oreja izquierda, ese conjunto de cosas sobre la rubia era lo que ponía de mal humor a la madre de su mejor, amiga. Claro si es que esa señora en algún momento podría estar de buen humor.

--Eran buenos hasta que decidiste pasar por esta casa decente, no se como te criaron tus padres pero no voy a permitir que corrompas a mi hija.

Observó como la rubia terminaba de sacar de su auto el maletín por la ventanilla trasera, y su humor creció aún más cuando vió otro pequeño tatuaje en la parte posterior del muslo izquierdo de la joven.

Un maldito lazo.

Que no media más de 10 centímetros pero que la hizo apretar fuerte el rosario de plata que adornaba su cuello.

--¡Mi hija no está!-- casi gritó desde la entrada de la amplia y hermosa casa.

La rubia giró sobre sus talones, y sonrió mirando sobre su espalda al dueño de la casa, que se acercaba despacio a su esposa y notando lo alterada que estaba.

--vamos señora, todos sabemos que Rei me está esperando en la piscina, muy emotivo su sermón de hoy, pero necesito entrar ahora-- colocó sus gafas de sol sobre sus ojos para poder observar sin ser juzgada al motivo de sus desvelos. --buenos días señor Diamante, me alegra encontrarlo esta mañana por aquí, vine a estudiar con Rei.

Finalmente el nombrado llegó al fin al lado de su esposa y observó todo sobre las escaleras. --buenos días serena, estoy seguro que Rei está esperándote-- sonrió de esa forma que erizaba los vellos Serena y ella ahí en medio de su trance se limitó a sonreír.

Vamos, Diamante blackmoon, era un hombre entrando en sus cuarenta años, que se ejercitaba y alimentaba muy bien, su cabello largo y blanco, heredado en su familia y del cuál Rei solo heredó un pequeño mechón detrás de su cabeza, por su nuca.
Alto, de músculos marcados, sin exager, piel madura pero delicada, y serena ni si quiera podía mencionar sus manos, traía una atracción magnética sobre ellas. Si, le gustaba todo lo que veía en él, así que se tomó el tiempo de observarlo destras de sus gafas.

--muchas gracias señor Diamante, siempre tan amable, espero que hoy pueda ayudarnos con las clases, medicina a veces resulta difícil -- caminó con su maletín al hombro acercándose hasta la entrada de la casa.

--es una inmoral-- volvió a hablar Neherenia.

--Vamos nere, Serena es una buena chica, y la mejor amiga de nuestra hija-- observó a la nombrada de pies a cabeza, tratando de disimular pero le era imposible.

Esa joven, que podía ser su hija, y si, literalmente podía ya que tenía la misma edad de Rei, 20 cortos años.
Pero es que ella era, hermosa por dónde la observaras, con las curvas necesarias y unos enormes ojos azules que no eran típicos en  ese lado del mundo. Carismática y entusiasta, un poco descarada y de espíritu libre.

Le encantaba la chica, hacía vibrar cada fibra de su ser, pero él era un hombre casado y ante todo un caballero.

Neherenia no era una mala mujer, solo era un poco demasiado moralista y chapada a la antigua. Ellos se casaron muy jóvenes por qué esta salió embarazada de su ahora esposo la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, eran jóvenes e inexpertos, lo que los llevó al matrimonio. El no se quejaba,  pero a veces quería vivir cosas diferentes, cosas que no pudo vivir y a lo que su esposa se ha rehusado toda la vida.

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