cuarto deseo

217 18 4
                                    

Se despertó rodeada de unos brazos fuertes apretando suavemente su cintura, y una cálida respiración golpeando de manera sutil su nuca haciéndole algo de cosquillas.

En la cama con sábanas de seda color oro rosa todo era una maraña de extremidades enredadas, y serena al contrario de lo que pensó se sentía feliz, como una avecilla levantando el vuelo por primera vez, toda la adrenalina del momento pasado estaba siendo reemplazado por sensaciones nuevas pero satisfactorias.

Aunque realmente ella pensó que después de saciar su sed por el hombre que amaneció a su lado todo se iba a esfumar y podría seguir con su vida como lo tenía planeado, pero no podía estar más lejos de la realidad por qué cuando el hombre a su lado la atrajo más contra su cuerpo, ella reaccionó de manera automática, como si cuerpo funcionara por si solo, dejándose arrastrar nuevamente hacia la codicia de un deseo prohibido.

--buenos días-- esa voz rasposa, causó estragos en su interior, era lo más erótico que había escuchado hasta ahora, pero nada la exitaba más que las manos del hombre recorriendo cada rincón de su piel.

--buenos días-- sonrió pero no se movió de su lugar, siendo él quien se acurrucara más contra ella haciendo movimientos circulares sobre su plano abdomen.

--¿Cómo amaneciste, te sientes bien?-- la ojiazul solo asintió despacio, como drogada por algún narcótico, con sus dos partes internas peleando por lo correcto y lo incorrecto. Ella solo quería no pensar, no pensar en las consecuencias de semejante acto.

--buenos días-- alcanzó a decir antes de envolverse en una de las sábanas y salir suavemente de la cama, apelando en el poco autocontrol que tenía. --estoy, bien... Emm no se que decir, diamante. Esto es ...

--lo se-- El hombre se recostó al cabecero de la cama con los cabellos platinados desperdigados por su abdomen marcado. Serena tenía ganas de volver a la cama con el hombre y no salir de ahí jamás. --yo tampoco se que decir, no se si deba disculparme por venir aquí, así y que todo esto...

--no eres culpable de nada-- serena lo interrumpió antes de que el hombre colapsara. --ambos lo quisimos ¿Bien?, Podemos con esto, podemos, si podemos, tú vas a seguir con tu vida y yo con la mía, después de todo ya nos sacamos la espina.

--yo no, ¿Cómo voy a hacer para seguir como si nada? Dime qué no sientes lo mismo que yo, dime qué anoche no te estremecias con mis caricias.

--aunque sea así, tú tienes una esposa, tú hija es mi mejor amiga, tengo un novio, Dios ni quiera pensé en Seiya, no pensamos en las personas que saldrán lastimadas si se enteran de esto.

--maldición, lo sé, lo sé-- Diamante se levantó buscando su ropa interior hallandola en el suelo cerca de la cama. --creo que debo irme, serena, tienes razón, no voy a llamar a esto error, por qué no puedo arrepentirme. Pero es mejor que no se repita, es mejor para todos-- Diamante hablaba de manera suave mientras se terminaba de vestir. --perdoname, pequeña, prometo que esto no volverá a pasar-- se miraron a los ojos con toda la intensidad del mundo, aferrándose a la nada, a un recuerdo que perdurará por mucho tiempo.

Dejó un último beso en la mejilla de la rubia y a regañadientes salió del apartamento; lo último que serena sintió fue el ruido de la puerta principal siendo cerrada.

Ahí, sola, fue que dejó salir el aire que exprimía en sus pulmones y se dejó caer en la cama, revolcándose descaradamente en la fragancia fuerte del perfume del hombre que quedó impregnada en las sábanas.

Eso no podía repetirse nuevamente, se repetía mil veces, pero su piel ardía en cada parte donde fue tocada, besada, acariciada y eso era algo que no podría olvidar fácilmente.

Daddy issue Donde viven las historias. Descúbrelo ahora