-Así que el gobierno eh- canturreó Robin orgullosa.-No entiendo el porqué de tanta felicidad- reproché mientras íbamos al comedor.
-Fácil- empezó explicando con un tono orgulloso - me llamaban loca por pensar que el gobierno me espiaba y ahora soy una loca con razón- finalizó cantando victoria.
-Vamos a morir- fue lo único que pude decir.
No quería abandonar la tierra, me NEGABA a irme. Si hombre, porque lo digan ellos, pues ahora no quiero.
Aún tenía el espíritu luchador para acabar con el gobierno. Aha, como escucháis, Riley Messeguer terminará con los de arriba. Y hablaba en tercera persona porque nunca había tenido la oportunidad de hacerlo.
-La persona con más probabilidad de matarte eres tú, en cambio, yo soy demasiado joven para tener mi edad y para morir- intentó explicar Obiana.
-Deberías disimular tu estupidez y hablando de disimular, ni se os ocurra decir ni una palabra de esto a nadie y cuidado a la hora de actuar, no sabemos quién está de su parte.- cuchicheó Robin.
Obiana, hizo señas de silencio a su derecha, susurrando a sus pingus que guardaran silencio.
-Oye Riley, oí una voz que venía de mi espalda- tu ahora tienes que trabajar- espetó mientras me giraba y me encontraba con el rostro de Derek.
Parecía cansado, sus ojos azulados estaban tristes y su forma de hablar desprendía agotamiento.
Su pelo castaño estaba desordenado y sus manos sucias, espero que por arena.Olía... realmente mal, una mezcla de colonia barata junto a vaca estreñida.
-Enhorabuena, ha estado usted nominado a los premios de traidor, en la categoría de sospechoso- amenazó Robin con una mirada fulminante al rubio.
-Ya...- dijo Derek confuso mientras volvía al establo.
-Suerte que sabemos guardar un secreto- reproché lanzándole una mala mirada a la lista mientras seguía a Derek.
Con pasos lentos nos adentramos al establo, dónde quedé gratamente sorprendida. Había animales en unas espaciosas jaulas y todo estaba mínimamente limpio. Ahora estábamos solos, cosa que me daba bastante miedo.
El establo era grande, obviamente rojo y verde, con sus vacas y cerdos, todos con agua y comida.
Cada animal tenia un collar con su número y su pequeño recinto donde iba el alimento. Aproximadamente había entre veinte y treinta animales, sin contar los fetos de las preñadas.Me sentía identificada, una cerda encerrada y sin nombre, a punto de morir por los humanos.
Sin decir nada, se encaminó hacia una de las puntas de la sala dirigiéndose a un baúl gigante viejo y desgastado.
Me acerqué un poco, manteniendo las distancias, atenta a cualquier movimiento de cualquier parte.
Dos guantes, de látex.
Eso fue lo que sacó, seguramente para guardar mi cadáver.
-Bien, a trabajar- susurró con una sonrisa maligna, oscureciendo su mirada mientras hacía ruido al ponerse un guante.
Acto seguido me lanzó el otro guante verde y gigante obligándome a ponérmelo con la mirada.
Yo, aún confundida, me lo puse silenciosamente con una pequeña esperanza de vida.
Derek se acercó a una de las vacas, en concreto a una que estaba de espaldas.
-Tu brazo es delgado, seguro que no le haces daño- pensó en voz alta mientras subía la cola de la vaca.
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𝖢𝗈𝗇 𝗅𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗅𝖺 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗃𝗎𝖾𝗀𝖺.
HumorPor problemas económicos, Riley es internada en una granja, donde le prohíben ser otaku, correr por las paredes o hablar en código morse. Poco a poco se da cuenta que ese lugar no era normal, que escondía un secreto. Junto a Obiana, la chica que pu...