CLARO CLARINETE

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La chica que hablaba con la pared se giró hacia mí e informó:

-Por cierto, aún no nos hemos presentado, yo soy Obiana, la chica que está al suelo balbuceando es Rómberly ella es Robin. Creo que es un nombre de chico, supongo que sus padres ni se molestaron en mirar que tenía ahí abajo- murmuró lo último entre susurros.

-Como ya te han explicado- continuó- aquí hay unas ciertas normas que debes cumplir, pero entre los internos también tenemos nuestras propias normas-Cruzó sus brazos, y empezó a explicarme las normas de los internos andando en línea como si fuese una capitana militar:

-Norma número uno: No nos delatamos entre nosotros. Esta norma tenla muy en cuenta. Pueden matarte si eres una soplona.

-Norma número dos: Nos respetamos entre nosotros, es mejor que no tengas un enemigo o deber un favor porque cuando menos te lo esperes- hizo un silencio - ¡CHIM PUM!, al pozo.

Norma número tres: hay internos más peligrosos, con poca empatía y con sed de zumo de uva, mejor conocido como saaaaaangre- dijo último haciendo un movimiento de manos-

Norma número cuatro: Aquí te pueden robar, lo único que compartimos es el oxígeno, así que no lo malgastes. Y por eso es mejor que no salgas de tu habitación-

Iba a girarse cuando se acordó de algo que parecía importante:

-Cuidado con Klaus, enserio no te metas con él y su regla. Son los más sádicos de todo el recinto- y se fue de la habitación tarareando la canción de Santa Claus y dando saltitos.

Esa chica era adorable, pero algo me decía que tenía algún problema.

Miré detalladamente toda la habitación, es bastante pequeña, pero para ser una prisión de mocosos estúpidos e irritables, era acogedora.

Miré las dos literas que había en la habitación, y como estaba muy cansada y no quería saber nada más del mundo hoy, pregunté en voz alta:

-¿Dónde duermo yo?-

La chica que estaba al suelo y que ahora rodaba con ansias, se puso de pie como si fuese una exorcista, incluso el brazo se le dislocó un poco y con su tétrica sonrisa dijo:

-Querida principiante, su labor en cuanto dormir, se dará a cabo en los próximos 150 minutitos itos itos itos - esto último lo dijo como si fuese eco- su colchón incómodo, sucio, mugriento y lleno de heces de ácaros, se sitúa en la parte norte o noruego de esta maravillosa y desvencijada cambra, fruto de años de convivencia entre hermosas cacatúas lánguidos dodos y dicharacheros dinosaurios, haciendo que salgan por un minucioso extremo muchos pistachos de color asalvajado, creando un Marco Asukemberc para que él pudiera fabricar feisbuk y así la gente pudiera chatear dentro de los colchones- hizo una pausa para poder respirar, ya que se estaba atragantando con su propia saliva y entonces aproveché para preguntarle:

-¿Aquí se pueden utilizar móviles?-

Me miró como si fuese lo más obvio del mundo, haciendo una mueca ante mi pregunta:

-Math error- dijo imitando a un robot. Robin se giró después de mucho tiempo, ni me acordaba de su existencia y miró a Romberly:

- El sujeto número 101 empieza a delirar, omite su presencia- y se volvió a girar, por enésima vez.

-Tu cama es donde no hay sábanas- y escuché cómo susurró sujeto 101, coeficiente diminuto casi imperceptible.

Como estaba muy cansada, decidí subir a mi cama, para descansar un poco.

No pasaron ni tres segundos que ya notaba un dedo rasposo por mi cara.

Con un poco de miedo, abrí los ojos, y me encontré a una sonriente

Romberly mirándome los poros de la nariz. Esta chica empezaba a asustarme.

-¿Pero qué crees que estás haciendo ?-cuestioné quitándole su mano sucia con sus uñas que parecían garras. Ella empezó a tararear una canción, y cuando supo la letra cantó:

- What do you mean? I'm sorry by the way.-

-¿Quieres que llame a un doctor ? yo encanta- no me dejó terminar la frase, ya que apretó sus ojos y me miró furiosa.

-Te estoy cantando una sonata, mapache alvino- espetó mientras bajaba de la cama -y ahora no hagas la dormición soñanera- dijo una vez en el suelo.

- ¿Y se puede saber por qué?- pregunté intrigada.

-Claro clarinete que se puede saber, de aquí tres minutos sonará la alarma para cenar así que, mi humilde nueva acompañante de habitación le invito a bajarse de su burbuja y acompañarme a engordar.- contestó cogiéndome de la mano.

-Supongo que es una obligación- dije mientras Romberly tiraba de mi mano para que me pusiera de pié.

- ¿Pongo? ¿Quién lo ha mencionado? ¿Saben dónde está? - preguntó Obiana entrando por la puerta preocupada.

-Vete a comer, anda- sugirió Robin.

Y la alarma que nos indicaba la hora de comer sonó. Ni un segundo antes, ni un segundo después.

 Ni un segundo antes, ni un segundo después

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𝖢𝗈𝗇 𝗅𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗅𝖺 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗃𝗎𝖾𝗀𝖺.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora