Una vez leída las supuestas normas, salí del despacho de director M, cerrando con cuidado la puerta, ya que no quería hacer mucho ruido y llamar mucho la atención.
Me fijé que los pasillos eran largos, estrechos y blancos. Pues sí estaban en crisis, mira que no comprar unas tristes pinturas para poder darle un poco de color, parece que esto sea un hospital tal vez lo sea.
Había una pancarta en la pared, no era muy grande, podríamos decir que los miopes no lo podrían leer. Era un triángulo de color negro, bastante horrendo, para mí gusto.
Supuse que era el logo de este lugar.
Continué mi recorrido hacia mi habitación. Giré a la derecha, ya que no había más caminos por los cuales pudiera andar. Pasé por lo que sería la supuesta recepción, deseando que estuviera ese tal Dofensmirf, pero por desgracia o suerte no estaba.
Eso lo deduje porque había un cartel donde ponía NO MOLESTAR, SI MOLESTAN LOS MOLESTO.
Que rencoroso era ese Dofensmirf. Un ruido llamó mi atención, haciendo que girara mi cabeza hacia mi izquierda, justo de donde había venido.
Allí había una chica con una bata azul, haciendo una pose de yoga. Tenía los ojos cerrados, parecía muy concentrada haciendo esa pose, susurraba una cosa que no podía oír bien, y tampoco podía leerle los labios, ya que tenía su descuidado y desordenado cabello por toda la cara. Abrió sus ojos, y cuando notó que yo estaba ahí gritó:
-GOKU TE ELIJO A TI- y se tiró al suelo.
Acto seguido aparecieron dos hombres con una cuerda, y sin cuidado la ataron. Todo sucedió muy rápido. Cargaron a la chica a la espalda de uno de los hombres, como si fuere un saco de patatas.
Nadie notó mi presencia, como de costumbre, pero la chica que estaba atada me miró mientras los dos trabajadores me daban la espalda y continuaban su ruta. Me sonrió con sus labios cortados y un poco morados, y lanzó una cosa que no pude saber ya que estaba un poco lejos.
Así que me acerqué, y me sorprendí al ver que al suelo había una jeringa con líquido en su interior.
-Es heroína- de repente dijo una voz. Al girarme me encontré a otra chica, con la misma bata azul. Llevaba unas gafas un poco redondas, y tenía los ojos marrones y muy pequeños. Si me la hubiese cruzado por la calle, seguramente habría pensado que era asiática.
- ¿Para qué sirve? - le pregunté, pero parecía más que le hubiese exigido una explicación
-No lo sé muy bien, pero puedes pregúntaselo a Pingu, él sabe más de estos temas. -
¿Quién en su sano juicio ponía Pingu a su hijo? Eso era maldad.
-No gracias- le dije para no meterme con ese tal Pingu, y una vez más, mi curiosidad no pudo aguantarse - ¿A dónde la llevan? - dije mientras observaba el pasillo como si pudiera mirar más allá, y ver a través de las paredes.
-Creo que a su habitación, la 34, puedes ir allí a instalarte, yo también duermo ahí, con Pingu, Pongo y Panga- dijo mientras contaba con los dedos a sus compañeros. Vaya ¿De dónde serán los padres de estos niños?
-Bueno- espetó la chica - También está Robin. -Sígueme- fue lo último que me dijo.
No tuve más remedio que seguirla. Parecía que susurraba algo, como si estuviera hablando con alguien o recordando algo importante.
No volvimos a hablar durante el trayecto a lo que sería mi nueva habitación, mi nueva vida.
Después del recorrido silencioso llegamos a la habitación 34.
No me creía lo que estaba viendo. En la habitación había una niña de espaldas, con una tiza en su mano dibujando muy rápido en la pared.
Más que un dibujo, eran números, y si mi corta mente no me fallaba, estaba escribiendo el número Pi.
Ya llevaba miles de números. Se giró para coger un papel, y cuando nuestros ojos chocaron dijo:
-Vaya, pero si ya tenemos la sustituta de Beth, que por si no lo sabías, se fue porque le salió un grano en el culo, y la tuvieron que llevarla a urgencias. -
Y volvió a girarse para seguir escribiendo.
Bueno, solo fue un grano, un volcán tenía que ser eso para que se fuera al hospital. Nada de asesinatos ni suicidios, de momento todo normal.
Excepto porque la chica que el pelo de rata que habían atado para llevarla a su habitación estaba en el suelo patas arriba cantando la canción de la cucaracha. Incluso le salía baba de su retorcida boca.
-Es la morfina- espetó de repente la chica de ojos pequeños. - De aquí una hora, volverá a ser tal y como ella es, con sus drogas y sus pastillas. ¿Verdad, Pingu? - y giró su cabeza mirando a la pared.
Inesperadamente empezó a asentir con su cabeza, y diciéndole a la pared que tenía razón. Estaba hablando sola, con algún espíritu alias Pingu.
La chica que estaba escribiendo en la pared, se giró otra vez. Había escrito muchos más números en la pared, todos con el mismo tamaño y en una línea perfectamente recta.
Me fijé que la chica, aparte de tener un poco de polvo en sus manos, llevaba un moño en su cabeza hecho por un lápiz, y sus ojos verdes parecían cansados. Seguro que llevaba mucho tiempo escribiendo esos números.
-Me parece que te has dado cuenta, que aquí todos somos muy raras, y que no tardarás en ser uno de nosotras, tendrás un pasatiempo como hablar con personas imaginarias, ser una drogadicta, conspirar contra el gobierno, oler zapatos, saber tocar la flauta con todos los agujeros de tu cuerpo, esconderte en la basura porque crees que eres un topo, creer que eres una magdalena humana... Ya lo ves, no te salvarás de ser una loca- Comentó con toda la tranquilidad del mundo.
Y se giró dejándome con mil preguntas sin responder.
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Hola :D
La verdad es que no sé si de verdad alguien me está leyendo (LAIA I DIYANA SE QUE VOSALTRES SI EH)
Pero mi madre dice que es divertido así que aquí estoy.
Porfa denle a la estrellita necesito comer :((((
Que monis los pingus imaginarios de Obiana JSJSJ
<3 <3 <3 <3 <3 <3 <3 <3 <3
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𝖢𝗈𝗇 𝗅𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗅𝖺 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗃𝗎𝖾𝗀𝖺.
HumorPor problemas económicos, Riley es internada en una granja, donde le prohíben ser otaku, correr por las paredes o hablar en código morse. Poco a poco se da cuenta que ese lugar no era normal, que escondía un secreto. Junto a Obiana, la chica que pu...