CORALINE

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Algo me decía que en esa carpeta sucia y desgastada encontraría las respuestas de todas mis dudas. La giré porque notaba algo rasposo y la carpeta era lisa. Deduje que era un papel viejo que estaba pegado al guarda papeles. Se despegó justo cuando lo iba a devolver.

Decidí dejar la carpeta allí y recogerla cuando volviese para no llevar tanto peso y llamar menos la atención. El papel que estaba en la parte trasera lo guardé en uno de los bolsillos del uniforme, porque no podía hacer ruido para meterlo dentro del archivador. Una vez en el suelo seguí mi camino ya que Klaus insistía por el pinganillo que fuese rápida, al parecer sí era importante ese libro.

Seguro que tenía algo escondido allí, como el típico ateo que hace un agujero a la biblia y pone una botellita de alcohol dentro porque su familia le obliga a ir a la iglesia un domingo por la mañana. Era mejor que dejara de pensar en tantas teorías y concentrarme en lo importante, el Principito.

Al final del oscuro y polvoriento pasillo había una puertecita desgastada, que deseaba abrir para ver la siguiente sala. No tenía linterna y la poca luz que tenía el Dofensmirf en su despacho no ayudaba nada.

Podría decir que me sentía como Coraline en el pasillo para dirigirse a su otra casa, con sus otros padres, sus otros vecinos y bailes extraños.

Klaus era igual que el gato negro que la guiaba como lo hacía conmigo, pero él no lo hacía para el bien. Sí que había parecido entre ellos, los dos oscuros, misteriosos, sarcásticos y sorprendentemente extraños.
Coraline y yo éramos las chicas entrometidas listas para cualquier situación. Otra vez con mis historias.

- ¿Ves esa puerta qué hay al final del pasillo? - Susurró Klaus como si estuviese pegado a mi lado y pudiera señalar la entrada hacia la otra habitación.

Yo asentí con la cabeza muy concentrada, esperando la aprobación para poder entrar-

-Supongo que has dicho que sí. – susurró cansado. Me lo imaginé rodando los ojos porque no dije nada.

– Silenciosamente entra a la habitación del fondo, pero con cuidado, es el pasillo que comunica con la cocina, tal vez haya gente paseando por allí. – explicó con un tono de preocupación – Sé que lo harás bien, yo confío en ti- dijo lo último con sinceridad.

- Que dios se apiade de mi ser- dije antes de abrir la puerta. Ese lugar cada vez me decepcionaba más.

Un simple pasillo.

Era de color blanco desgastado, con varias puertas.
No quería ser egoísta, pero que hubiese un payaso saludándome mientras de ofrecía el té no estaría mal después del circo al que me habían metido. Al cerrarla se oyó un clic, ahora ya no podía abrir la puerta otra vez.

- ¿A dónde voy ahora? – pregunté disgustada.

- Riley, no puedes asegurarme de que eres tú, mejor usa nuestro saludo, para que puedas continuar con tu misión– insistió Klaus.

Yo no quería más problemas, así que no tuve más opciones. – Menstruación a la jodidia regla- le dije enfadada. – Ahora que mierdas hago – susurré para no levantar sospechas.

-Primero que todo, buenos días agente M. – se burló el chico de ojos azules.

- QUE SÍ,QUE BUENOS DÍAS AHORA QUE TENGO QUE HACER - grité desesperada.

- No se le puede decir nada a la niña... joder Riley escóndete porque con el grito que has pegado van a venir a ver que animal se les ha escapado de la cocina. – explicó rápidamente Klaus.

Y tenía razón, porque se abrió una de las puertas. Se oían dos voces, la de un chico y la de una chica.

Yo ya no sabía qué hacer con mi vida, si decir soldado abatido o cagarme en los muertos de Klaus. Intenté abrir la puerta sin lograr nada. Y el muy cerdo no me ayudaba a escapar, simplemente esperaba a que mágicamente sacara la capa invisible y me la pusiera encima mientras saltaba a la comba.

𝖢𝗈𝗇 𝗅𝖺 𝗋𝖾𝗀𝗅𝖺 𝗇𝗈 𝗌𝖾 𝗃𝗎𝖾𝗀𝖺.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora