Una apuesta de por vida.

Preludio

    Habiendo regado ya su planta y comido, Rai se sentó en su cama y miró sin rumbo fijo alrededor de la habitación. Sin embargo, la habitación se sentía vacía sin sus compañeros de equipo, y no pudo evitar preguntarse por qué Kakashi, el instructor demoniaco disfrazado, le había dado a su equipo la orden de descansar unos días; una orden tan diferente al hombre que Rai todavía no podía creerlo.

    Casi había esperado una emboscada durante su cena, pero cuando ni siquiera esto sucedió, Rai se dio cuenta de que Kakashi realmente lo decía en serio.

    Lo cual, en sí mismo, era bastante inusual, al menos cuando se trataba del entrenamiento del Equipo 7.

     Rai frunció el ceño. Ya ni siquiera sabía qué hacer con tanto tiempo libre ...

    Los futones de repuesto que habían sido muy utilizados por sus compañeros de equipo durante sus muchas noches de campamento, ahora estaban cuidadosamente enrollados y apilados contra la pared. Con sus propias casas de las que cuidar después de un período de tiempo tan largo, era natural que Naruto y Sasuke no se quedaran, despues de todo Naruto pasaba bastante tiempo con Sasuke y su madre. 

    Sacudió la cabeza, despejando su mente de estos pensamientos. De todos modos, solo fue por unos días, y ya habían hecho planes para reunirse nuevamente. Los vería pronto, estaba seguro.

    Se sentía como si hubieran pasado años desde que se graduó, y sucedieron tantas cosas en ese tiempo, mucho cambió, si para bien o para mal, realmente no podía decirlo. Sin embargo, muchas de las cosas que había hecho al servicio del poderoso árbol, como Genin nada menos, lo habrían hecho vomitar apenas unos pocos meses antes.

     --Shinobi, ¿eh?--penso en un parpadeo

    Se dejó caer hacia atrás y observó el abanico que giraba perezosamente sobre él, con la cabeza apoyada en una almohada  que alguna vez había sido su favorita. A través de la ventana abierta, sus oídos captaron sonidos de las calles de abajo. La gente sonaba feliz, despreocupada incluso con los rostros de los mayores guardianes de Konoha cuidándolos, como una especie de protección etérea que prometía paz eterna si uno creía lo suficientemente fuerte.

    Una cierta realidad para aquellos que no habían entrado en contacto con la vida que llevaba el shinobi, las misiones y las órdenes que tomaban. Era triste que ya no viera lo mismo, no podía ver lo mismo, y solo se sentía mirando una ilusión; uno frágil en eso.

    Su sensei lo convirtió en un shinobi, lo había ayudado a convertirse en un asesino eficiente que podía servir fielmente a su pueblo, que era tanto lo que quería como lo que nunca esperaba ser.

    ... pero, ¿no era ese también el meollo de sus pensamientos turbulentos?

    No había pasado ni media decada, y ya la sangre de decenas se le pegaba a las manos como manchas invisibles de tinta que no se despegaban por mucho que se frotara. No importaba si era un mercenario o un shinobi ... al final estaban muertos y de alguna manera él había facilitado su desaparición.

    Definitivamente no había pensado en esto cuando se inscribió en la academia, gloria y poder, ni era lo que esperaba una vez que se puso su Hitaiate.

    Rai sintió que el despecho luchaba con la gratitud dentro de él. Estaba enojado porque Kakashi había aplastado por completo su vieja visión del mundo, inocente e ingenua como había sido, pero también sentía que le debía la vida al hombre, porque sin la deconstrucción sistemática de su ingenuidad por parte de Jonnin, probablemente no habria sobrevivido más de unos pocos minutos fuera de los muros de Konoha.

    Sin embargo, también podría decirse lo mismo de sus instructores anteriors, lo que dolió aún más. Rai estaba amargado porque los que habian  velado la verdad de lo que implicaba ser un shinobi, hasta que lo golpeó con la fuerza de un mazo. Sin embargo, al mismo tiempo se sentía agradecido, porque si la prolongada protección de su inocencia por parte de estos se habria retirado hace mucho.