CUANDO TE VI

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La brisa de las olas del mar entraron por el ventanal. La luz del sol pegando en las paredes blancas deslumbraron mis ojos. Estaba sudando, por primera vez en mucho tiempo, a causa del calor.

Giovani tomaba un café, recargado en el barandal. Estaba en absoluto silencio.

Arrastré mis pies sigilosamente hasta a él. Su rico aroma seguía intacto. -¿Todo bien, amor? -Lo abracé por la espalda y dejé un beso en su hombro descubierto.

Asintió y me regaló una sonrisa tranquila. -Buenos días, preciosa. -Bebió el último sorbo de su café. -¿Cómo dormiste? -Se soltó de mi agarre y se giró para verme.

Sonreí. -Muy bien. -Volví a acorralarlo entre mis brazos.

Ayer sin pensarlo nos montamos en el primer vuelo que encontramos y decidimos darnos un tiempo solo para nosotros dos, donde no hubiera presiones, preocupaciones, ni personas que nos recordaran nuestras inseguridades.

Bajamos tomados de las mano al restaurante del hotel. Era la primera vez que yo tenía unas vacaciones; cuando cursaba la Universidad me había prometido viajar tanto como me fuera posible, pero esas ocasiones nunca estuvieron en mis posibilidades. Era impresionante lo mucho que mi TCA me había alejado de la vida real, de mis ilusiones y de lo que era palpable.

Vivía tan encerrada en mi mundo, que olvidaba que más allá de la comida, calorías y heridas, había un mundo esperándome. No sabía qué estaba haciendo con mi vida, porque, sinceramente, solo me dejaba llevar por las oportunidades que mis miedos y fracasos me habían traído, nunca supe lo que era apostar todo por una oportunidad. O tal vez sí, pues tenía al chico de mis sueños delante de mí, tomando mi mano y ayudándome a ser mejor cada día. 

A veces también sentía que me hacía falta dar más de mi parte, que todo lo daba él y yo solo me quedaba esperando para agradecerle. Es cierto que la vida no viene con manuales, mucho menos para una relación, pero no haber tenido afecto de ninguna persona me había quitado la capacidad de sentir, de demostrar, de expresar. Y todo eso lo supe cuando lo conocí a él. El destino lo había puesto para mí.

Tomó mi mano cuando nos levantamos de nuestros asientos. - Quiero enseñarte un lugar que te va a encantar. -Dijo caminando tranquilamente a mi lado. Le sonreí. -¿La cámara está lista?

-Me puede fallar todo, menos eso. -Respondí viendo sus bonitos ojos, que se veían más claros debido a los rayos del sol.

Caminamos hacia la playa. Sus dedos jugueteaban entre los míos, la arena se mezclaba entre mis pies y las olas del mar adornaban el paisaje con tiernas notas musicales. Él jugueteaba con el agua, mientras que con su mano libre tomaba sus zapatillas y las mías.

Las personas comenzaron a quedar atrás, una tranquilidad me invadió y me di cuenta que volvíamos a ser solo los dos. 

Llegamos a un lugar rocoso. las olas se azotaba con más fuerza entre las montañas de piedras, el azul del mar era totalmente aguamarina y parecía que andábamos entre las nubes del cielo claro. Giovani sonreía admirando el paisaje. No había nadie a nuestro al rededor. -Jona y yo llegamos aquí por una travesura de niños. -Confesó con emoción. -Pocas personas caminan hasta acá. Se convirtió en nuestro lugar secreto desde aquel entonces.

-Seguramente terminará odiándote si sabe que me trajiste. -Dije con una sonrisa.

Negó. -Sabemos que no es tan secreto, pero prometimos traer a la persona que consideráramos nuestra alma gemela...

Lo miré sorprendida. -Supongo que Vela también ha estado aquí. 

Rió. -Quizá en algún momento valga la pena traerlo también a él. -Sonrió tranquilo. - O quizá, nadie mereció nunca considerarlo mi otra mitad. 

Sentí mis ojos aguarse. Detuve mi andar y lo abracé muy fuerte. -No sé qué fue lo bueno que hice en esta vida para tenerte en ella, pero, gracias por llegar y quedarte, mi amor. 

Dejó un beso en mi frente y me obligó a verlo a los ojos. -Cuando te conocí, sentí que mi suerte cambió... -Giré los ojos con una sonrisa en mis labios. Soltó una risita. -Sé que fui lo peor que te pudo pasar en aquellos tiempos, y lo lamento, pero no sabía cómo hacer para no sentir miedo por cambiar, por ti... Pero siempre supe que estarías en mi futuro.

-Siempre fui de ti, dos Santos... -Susurré mirando sus labios. 

Tomó mi cara entre sus manos. Su sonrisa alumbraba más que el mismo sol. -Hasta ahora entiendo que, el tiempo que perdí y los besos que regalé, fueron necesarios para tenerte aquí conmigo.

-¡TE AMO, GIOVANI! -Grité y uní nuestros labios en un delicado, pero intenso, beso. Sus manos sujetaban suavemente mis mejillas para no alejarme ni un milímetro de él.

Comenzamos a caminar entre el agua cristalina, nuestros pies sentían los bordes de las rocas y el sol acariciaba nuestra piel con suavidad.

Después de contemplar y disfrutar del paisaje comencé a hacerle fotos a mi novio, aunque él siempre mostraba su linda sonrisa, cuando tenía una cámara en frente era muy difícil que sonriera naturalmente.

- Yo quiero intentarlo... -Pidió. 

Lo miré con emoción y alegría. Comencé a darle una pequeña clase de fotografía y comenzó a intentarlo él solo. Si creí que había visto el lado más sexy de él, me había equivocado. Él sujetando una cámara era lo más hermoso que había visto.

Después de insistirme, accedí a que me tomara fotos. Con él lograba sentirme tan segura, que por un momento dejaba de pensar en las imperfecciones de mi cuerpo y en lo torpe que era.

Regresamos tomados de la mano, jugueteando con el agua y riendo hasta que el abdomen nos doliera. Adoraba verlo a lado mío, sonriendo tan tranquilo y tan sincero. Sus ojos acompañando su sonrisa se quedaban impresos en mi retina.

Entramos a la habitación. La cama tenía un corazón hecho de rosas rojas y un regalo a mitad de él. Mis mejillas se tornaron rojizas. Miré a Giovani. Me miraba con una sonrisa. -¿En serio?

Asintió mientras me abrazaba por la espalda. - No tiene que ser un día especial... Porque tú sí lo eres.

-Gio... No es justo. -Me giré para verlo a los ojos. Su sonrisa desapareció. -No es justo porque tú das mucho, y yo no doy nada. Porque tú eres muy detallista, y a mí no me sale ser así, por mucho que lo he intentado...

Sonrió y me abrazó. -Tú me lo das todo. Sé que te cuesta decirme tus sentimientos, pero me haces el desayuno en días importantes, has sido la única que ha estado cuando el mundo se me ha venido abajo, celebras mis victorias como si fueran tuyas, me animas a entrenar, a mejorar. -Tomó mi cara entre sus manos. -Sé que tus detalles están en cada abrazo, que son los mejores, en cada beso y en cada sonrisa.

-Aún así... No lo merezco. -Mis ojos se aguaron.

Rodó los ojos. -Mereces esto y todo, escúchame bien, Laia, todo lo bueno. Comienza a aceptar que las cosas buenas también son para ti. -Sus manos bajaron a mi cintura y me apretó fuerte contra él. Dejó un beso cálido sobre mis labios.

Me acerqué a la caja de regalo. Había un bonito vestido color negro, corto y con un gran escote en la espalda. Unas zapatillas del mismo color y, no podía faltar un bonito conjuntos en color rojo. Mis mejillas ardieron. En el fondo también había una caja con una cadenita y un dije en forma de alas.

Sus manos rodearon mi cintura y me pegaron fuerte contra él. Apartó mi cabello y dejó un beso en mi cuello.

-Gio... Gracias. De verdad. -Dije con los ojos aguados.

-Ahora, te arreglas porque nos vamos de fiesta...

Resoplé. Me giré para verlo. Pero no me permitió decir ninguna palabra.-No acepto un no como respuesta. -Sonrió levemente y tomó mi barbilla. -Te prometo que esta vez sí la vas a pasar bien.

Apretó mis labios contra los suyos. No sabía si el mar tenía sabor, pero él definitivamente sabía a eso. A la inmensidad y belleza de la vida ahí abajo, al misterio y magnitud de lo más profundo, a los secretos e historias pérdidas.

Tomé su cara entre mis manos. -No sé cuánto tiempo ha pasado, pero siento como si esto apenas hubiera empezado...

ÁNGEL DEL DESTINO | Giovani dos Santos |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora