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Diciembre

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Diciembre

Iglesia

El día del cumpleaños primero de Agnes fue junto a su bautismo también y en el momento en que la estaban bautizando, Ander miró a Nayra que se encontraba a su lado y la tomó de la mano.

―Te amo, pequeño girasol. En la iglesia te lo repito, te amo ―confesó besándole la mano.

―Lo sé... yo también —lo miró sonriéndole.

El abogado se inclinó a su rostro y le dio un beso en la mejilla. La ceremonia de bautizo continuó hasta poco más de veinte minutos.

Cuando la joven quedó sola mientras los demás salían de la iglesia, aprovechó en sentarse de nuevo para poder estar tranquila y pensar en lo que la estaba afectando desde hacía días atrás. Todavía no sabía cómo iba a hacer, no encontraba la manera y no podía pedirle a Ander que le facilitara medio millón como si nada. Tampoco era de esa clase de personas. El hombre se acercó a ella y se sentó a su lado.

―Desde hace días no eres tú, ¿qué te pasa?

―Nada, es solo la época del año.

―Vamos entonces, todos nos esperan.

―De acuerdo ―asintió con la cabeza también.

Cuando se pusieron de pie, él la abrazó por los hombros y le dio un beso en la sien, sabía que tan fácil no le iba a decir lo que le preocupaba, pero esperaría a que ella se lo dijera o bien, hablar cuando estuvieran más tranquilos y a solas.


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Casa del abogado

Entre comidas, bebidas y postres más el pastel de cumpleaños, los pocos invitados la pasaron bien y divirtiéndose, Agnes cayó rendida en los brazos de Nayra alrededor de las siete de la tarde y la llevó a su cuarto para que durmiera tranquila, ya que lo principal de sacarse fotos, intentar soplar la velita y felicitarla por su día, estaba hecho.

La muchacha desde el dormitorio fue hasta la cocina para beber agua y volver a quedarse tranquila o tratar de estarlo hasta que Rebecca apareció también.

―Tienes una cara que nunca te vi —le comentó con preocupación.

―¿Qué cara tengo? ―preguntó con curiosidad.

―De intranquilidad, como si algo te estuviera pasando, ¿quieres contarme?

―Te mostraré algo, pero debe quedar entre nosotras, por favor, Becca ―dijo angustiada.

―De acuerdo pero no entiendo nada.

―Cuando te lo muestre, lo sabrás.

Nayra le mostró la conversación con Blas y quedó petrificada.

De Girasoles y un Amor americano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora