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Casa del abogado

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Casa del abogado

Expulsando un hondo respiro, Nayra salió del dormitorio cerrando la puerta detrás de ella. Ander de a poco comenzó a levantar la cabeza y sus ojos fueron observando al detalle cada parte de su vestimenta, desde las preciosas sandalias, pasando por el tremendo tajo que tenía la falda del vestido al costado de una de sus piernas, una abertura que llegaba hasta el muslo, la cintura, el escote frontal y su rostro.

El abogado quedó con la boca entreabierta cuando se quedó mirándola.

―Ya podemos irnos. No creí que estarías tan elegante, lo digo por el esmoquin que llevas puesto.

―Siendo de etiqueta, es mejor llevar esmoquin.

La joven estaba más que tentada en decirle que estaba mejor que las fresas con crema, o que el tiramisú pero se contuvo.

Ambos salieron de la casa evitando las palabras entre ellos, Ander no pudo decirle algo al respecto de cómo se veía, porque de hacerlo, iba a perder toda la cordura que tenía encima y que intentaba mantener a raya. Le abrió la puerta del copiloto y ella entró apenas le emitió un escueto gracias. El hombre bordeó el coche sin darse cuenta que Nayra miraba con suma atención el gesto que tuvo en estirarse el cuello de la camisa como si quisiera aflojar la tensión, la joven sonrió de lado y arqueó una ceja.

En la mitad del camino hacia el lujoso hotel, Ander se mantenía rígido y mirando al frente con sus manos bastante apretadas sobre el volante. La mandíbula la mantenía en tensión y rígida, ya que ni podía mirarla porque sus ojos iban traviesos al sugerente escote y lo estaba matando. Hasta que sin poder evitarlo su mirada se posó en el rostro de la joven y luego cayó en el escote, fue allí cuando Nayra giró para clavarle los ojos y él volvió a mirar al frente.

―¿Te ocurre algo?

―Nada ―respondió con sequedad.

Pero la intuición de Nayra era fuerte y dedujo que estaba de aquella manera por el perfecto escote.

El incómodo silencio se hizo presente otra vez, solo se escuchaban sus respiraciones y la de Ander era irregular.

No les tomó mucho tiempo llegar al hotel.


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Waldorf Astoria Chicago

Nayra quedó petrificada con la imponencia del establecimiento y agachó la cabeza para ver mejor la fachada del lugar, Ander sonrió cuando vio su expresión. Sin decirle algo, bajó del coche, le entregó las llaves al chico del parking del hotel y le abrió la puerta del acompañante para que la joven saliera del interior del vehículo. Mientras le extendió la mano para ayudarla, un movimiento involuntario dejó al descubierto una de sus piernas, la primera para sacarla del auto y apoyarla en el piso para tomar impulso y salir tratando de que no se le viera más de lo debido.

De Girasoles y un Amor americano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora