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Rosemont, Chicago, Illinois

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Rosemont, Chicago, Illinois

The Capital Grille Restaurante

Nayra quedó sorprendida cuando entraron al restaurante con la mano masculina posada sobre el bajo de su espalda y le daba un apretón de manos al encargado para acompañarlos a la mesa. Ander le hizo a un lado la silla para que ella se sentara con comodidad y luego se sentó frente a la joven.

A medida que la cena transcurría, Nayra estaba menos nerviosa que antes.

―¿Qué me cuentas de ti? ―preguntó con interés el abogado―. ¿Has hecho alguna carrera o trabajas solo de niñera?

―Terminé la preparatoria y como no sabía qué carrera estudiar, Nicolás me dijo que un buen ingreso era ser niñera.

―Hace mucho entonces.

―Sí, desde que tenía dieciocho años.

―¿Tiempo completo para vivir en la misma casa?

―No... siempre fueron horas y días, nada de vivir bajo el mismo techo porque no conocía a las personas y esto de ahora es porque en el medio está mi hermano, si no, no lo hubiera aceptado.

Ander se levantó de la silla y acercó el mueble al lado de ella para sentarse de nuevo.

―¿Y no sentías curiosidad por saber quién era yo de no ser porque en el medio estaba tu hermano? ―cuestionó con intriga pasando un brazo por el borde del respaldo de la silla de la joven y en susurros.

―No... para nada ―bebió de su copa con agua.

―¿Postre? ―cambió el tema.

―No, estoy satisfecha, gracias.

―¿Tampoco un tiramisú para compartir entre los dos?

Antes que Nayra respondiera, llegó el mozo y Ander pidió un tiramisú para compartir.

—No quería —abrió más los ojos sorprendida por haberle pedido el postre—. Ya estaba bien así.

El mozo enseguida se retiró para preparar el pedido y poco tiempo más tarde les dejó un plato con el tiramisú y dos tenedores pequeños para postre.

Aunque ella le había dicho que no quería más, comió de a poco y se deleitó con su sabor. En silencio lo terminaron y él luego pidió la cuenta.

―Me gustaría pagar la mitad.

―No lo harás.

―¿Por qué no? Me parece algo normal que la mujer pague la mitad de la cena o lo que fuese, hoy en día es normal.

―Lo sé pero yo te invité y deberás aceptarlo.

―De acuerdo.

Apenas se metieron dentro del coche, Rebecca le envió un mensaje de texto.

De Girasoles y un Amor americano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora