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Buenos Aires, Argentina

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Buenos Aires, Argentina

Ramos Mejía

Una hora después ya estando en su pequeño monoambiente, su hermano la llamó a través de una videollamada.

―¿Cómo te fue?

―No firmé.

―¿Por qué? —cuestionó sorprendido—. ¿No te gustó algo?

―No se presentó, mandó a su padre a que tuviera la cita conmigo. Ante mis ojos eso es ser irresponsable o que ni ganas tiene en conocer a la futura niñera de su hija. ―Calló y reanudó la conversación―, de todas maneras, no sé si lo aceptaré. Nicolás... —volvió a quedarse callada y luego habló—. Es un abogado. ¿Te olvidas lo que me pasó con uno? ―preguntó con tristeza.

―Jamás me olvidaré de eso pero deberías aceptar el trabajo, no todos los abogados son iguales. Te vendría bien por todo lo que implica. Y sabes bien a lo que me refiero, sobre todo a lo que te pasó hace dos años atrás.

―¿Quién es tu mejor amigo? Algunas veces me contaste de él pero nunca me lo presentaste, es como un misterio.

―Ander no se deja ver y si lo ves es porque él quiere, de otra manera no hace actos de presencia.

―Debe de tener su vida secreta donde va a eventos.

―Sí pero nadie le saca una foto sin su consentimiento y si le sacan una foto, y se entera, paga bastante para que no salgan al público.

―Ni que fuese un famoso —tiró con sarcasmo.

―Así es Ander Aritzmendi, lo tomas todo o nada.

―Como todo abogado... ―revoleó los ojos.

Nayra recibió una nueva videollamada de un número privado.

―Alguien me llama, es un número privado.

―Es posible que sea él. Atiende la videollamada, hablamos después. Un beso.

―Hasta pronto.

La joven aceptó hablar con el número privado a pesar de los nervios que tenía encima y ante ella se presentó la figura de un hombre en la oscuridad de esa habitación en la que se encontraba.

―Llegaron a mis oídos que no aceptaste firmar el contrato ―su voz sonó seria.

―Hola, buenas tardes... mucho gusto... ―dijo con burla.

―¿Por qué no lo firmaste? —evadió su comentario.

―Estoy segura que ya te lo comunicaron. No voy a firmar algo sin verle la cara a quien me contrata —lo dijo con seriedad ella también.

―Pides mucho para ser solo una futura empleada ―su voz fue gélida.

Si la muchacha lo hubiera tenido frente a su cara le habría dado un sopapo.

―Maleducado y arrogante ―escupió tajante―, antes tenía dudas, ahora lo comprobé. No firmaré nada —apostilló molesta.

Nayra le cortó la llamada.

Ander casi se la come cruda y partió al medio el lápiz que tenía entre sus manos.

La videollamada apareció de nuevo en el móvil de la chica y revoleó los ojos. Aceptó una vez más hablar con él. Antes que el hombre abriera la boca, ya estaba ella para decirle las cosas.

―Eres un insufrible, primero tengo una cita con alguien que no será mi jefe y luego estás tú como el macho alfa de la jungla impartiendo las órdenes, no soy tu esclava, abogadito.

―Nada de tú, señor Aritzmendi para ti.

―Volveré a cortar la llamada y no me importará un pepino ―se lo dijo en cantito.

―¿Qué pretendes? ―preguntó indignado.

―Una disculpa por lo menos. Ni siquiera me conoces y ya exiges que te respete.

―Tú fuiste la que se fue del restaurante. Y estoy muy cabreado de verdad.

―Te la vas a tener que aguantar ―respondió sin preocupación―, no estoy acostumbrada a que no aparezca el interesado y encima, todo por voceros tuyos, ni que fueras el rey —emitió con sarcasmo.

―¿Quiénes?

―Y... mi amor, si tú no lo sabes, menos yo. Tu padre y mi hermano.

―Yo no soy tu amor ―escupió desconcertado.

La chica revoleó de nuevo los ojos y se mordió el labio inferior.

―Es solo una manera de decir. Tranquilo abogado —acotó con normalidad.

―¿Vas a firmar? ¿O qué más quisiera la niñera? —la voz del hombre sonó con un leve tono de burla.

―¿Verte la cara por ejemplo? ―cuestionó en énfasis.

―Eso está fuera de discusión.

―Entonces unas disculpas.

―Tampoco. No te he ofendido.

―Pues entonces, búscate a otra ―acercó el dedo al botón.

―Espera... ―replicó con la voz seria y seca, y apretó la mandíbula―, disculpa.

―No te escuché ―puso su oído en el teléfono.

―Que me disculpes —casi se atragantó con las palabras.

―Perfecto, no fue tan difícil, ¿no? ―rio por lo bajo.

―¿Firmas ahora? ―interrogó con frialdad.

―Qué apurado.

―Necesitaría en verdad que sea lo más pronto posible.

―¿Quién te apura?

Él apretó los dientes y el puente de su nariz con las manos.

―No tienes que saber todo.

―Pues ya lo sé por tu padre. No es algo top secret.

―Estoy perdiendo la paciencia y mi tiempo.

―El mío lo vale también ―frunció el ceño y abrió la carpeta con molestia para firmar los papeles―. ¿Conforme? ―le mostró la firma de ella.

―Sí. Pront... ―antes que él continuara hablando, ella le cortó la llamada.

Ander quedó indignado ante la actitud de la joven, lo había dejado con la palabra en la boca y jamás le había sucedido algo así.

Ander quedó indignado ante la actitud de la joven, lo había dejado con la palabra en la boca y jamás le había sucedido algo así

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De Girasoles y un Amor americano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora