🌚 12 🌻

8.5K 723 124
                                    

Casa del abogado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Casa del abogado

Era viernes por la noche y Agnes desde la tarde estaba con sus abuelos, Nayra esperaba por Rebecca que había decidido llevarla a recorrer la ciudad durante la noche y terminar tomando algo en alguna cafetería del centro. Ya habían cenado desde hacía tiempo atrás y Ander había desaparecido dentro de su oficina apenas finalizó de guardar la vajilla.

La argentina caminó desde el pasillo hasta la oficina. Golpeó la puerta para abrirla y asomó la cabeza.

―Ya me voy, en unos minutos me viene a buscar. ¿Necesitas algo más antes de que me vaya?

―Quédate un rato más aquí.

―¿Qué quieres? Estoy por irme, en cualquier momento viene Rebecca. Ya me lo avisó por mensaje de texto.

―¿No tienes ganas de hablar conmigo un rato?

Nayra vio la forma de expresarse del hombre y se sorprendió de verlo borracho.

―¿Estás ebrio?

―No... no tanto ―rio por lo bajo.

Se levantó de la silla y rodeó el escritorio mientras se sujetaba.

―Me parece que no tienes buenos reflejos ―le dijo mientras lo miraba con atención.

La argentina se estaba poniendo nerviosa y a medida que él se acercaba, ella iba girándose para quedar frente a frente.

―¿De qué quieres hablar? ―volvió a preguntar solo para terminar la charla con él e irse de allí cuanto antes.

―¿Crees que no me doy cuenta de la manera en cómo me miras? Varias veces te observé a propósito para ver si era verdad o solo el producto de mi imaginación. Pero no, no era irreal.

―¿De qué hablas? ―su voz sonó trémula.

―No te hagas, conmigo no puedes disimular. Observo todo lo que haces y escucho todo lo que dices, ¿acaso no recuerdas que me llaman la pantera?

La respiración de la joven se agitó y quiso salir pero Ander puso sus manos en la cintura femenina y la dejó entre el escritorio y él.

―Me parece que por hoy estuvo bueno. Ya mañana podremos seguir charlando. Se me hace tarde para irme —respondió intentando salir frente a él.

―¿Por qué te pones así? ¿A la defensiva? No voy a hacerte nada, te ruborizas como el color de una flor más rosada de lo normal. Solo te he dicho la verdad, te afecto en cierto modo o en todo ―acercó sus labios a los de ella―, ¿o me lo vas a negar? ―cuestionó.

Ambos se miraron sin que ella pudiera decirle algo.

―Estás exagerando, Ander.

―Hasta mi nombre suena extravagante y sensual en tus labios. ¿Qué me hiciste Nayra? ―se quejó frustrado.

De Girasoles y un Amor americano ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora