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Un leve rocío de lluvia se posaba sobre las calles de la ciudad, tan frío que fácilmente podría causarte un resfrío si tus defensas eran débiles. Era un clima perfecto, pero en esos precisos momentos era la pesadilla de alguien.

Un muchacho castaño de unos 23 años corría por una acera cubriéndose bajo una pequeña carpeta amarilla, como si su vida dependiera de ello.

El chico desesperado al no encontrar un sitio que le ofrezca la protección adecuada entra a un callejón que termina en una calle, calle que no conocía y locales que no había visto antes.

Vio como enfrente de él se encontraba uno de esos locales, en la puerta yacía un pequeño letrero con luces de neón que decía "abierto".

Como si fuera una señal divina el chico se aproximó a este y entró sin pensarlo. No se fijó en el nombre y mucho menos en los posters que se encontraban en las paredes de afuera, su objetivo era conseguir un techo que lo cubriera.

Ya adentro, completamente empapado, quedó sorprendido al analizar su entorno.

Sillones rojo oscuro, pequeñas mesas negras, dos barras en donde se encontraban unos chicos mezclando líquidos de diferentes botellas, tan concentrados que no se habían fijado en su presencia. Pero eso no fue lo que lo sorprendió, fue ver en el medio del lugar un pequeño escenario con tres tubos que iban desde el suelo hasta el techo, pero eso tampoco era el motivo de sus ojos desorbitados.

Era por ella.

Una chica se encontraba dando vueltas sólo sostenida de sus piernas. Su cabeza colgaba y sus brazos estaban extendido hacia los lados.

Parecía como si estuviera crucificada, pero al revés.

La chica se impulsó hacia arriba y colocó sus manos sobre el tubo de aluminio soltando sus piernas y dejándolas libres, extendidas en un perfecto split flotante.

La chica se veía relajada.

Cuando posó sus pies sobre el suelo su expresión cambió por completo. Esta vez no transmitía nada, simplemente parecía que su cuerpo se movía automáticamente hacia una dirección.

O eso creyó el chico hasta cuando ella se volteo hacía él y lo miró.

Fue una mirada corta, pero intensa, llena de algo que él no pudo identificar en ese momento.

Auxilio.

Soledad.

―Está cerrado ―Una voz masculina interrumpe el choque de miradas casi de inmediato. El joven pelinegro que se encontraba sentado sobre una butaca, observaba al entrometido de manera sombría.

Era uno de los bar ténder.

―Disculpen, es que afuera llueve muy fuerte ―se excusa algo nervioso, aunque en el fondo pensaba en el letrero que claramente decía que estaba abierto.

Dirigió sus ojos hacia donde se encontraba la chica hace unos instantes, pero esta vez no había nadie, como si sólo se hubiera tratado de una sutil ilusión.

―No puedes estar aquí chico ―Vuelve a hablar el pelinegro con algo de fastidio.

―¿Buscas empleo? ―Comenta el otro bar tender mientras limpia un vaso con un trapo.

El castaño observa la carpeta que había utilizado como paraguas minutos atrás. Allí se encontraba su currículum entre otros documentos que suponía arruinados.

―Sí, he caminado todo el día en busca de algo sin éxito ―enrolla la carpeta con algo de frustración― Y luego vino este torrencial a mejorar mi día ―Sonríe de medio lado.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora