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Susurros...

Aquellas voces ligeras que navegan por donde desean, con libertad, diciendo mentiras o verdades, pero sea cual sea que exclame, será muy dolorosa para quien las escuche.

Voces delicadas que calan los oídos hasta el punto de hacerlos sangrar.

Cuchillas que cortan las pizcas de cordura que te quedan e incitan a envolverte dentro de un agujero de desesperación puro. Alejándote de la realidad y obligándote a vivir entre tus más oscuras pesadillas.

Me siento tan atormentada.

―¿Qué se supone que haré? ―rasco mi cuero cabelludo ignorando por completo el intenso ardor― él debe saber que estoy aquí, él me mandará a buscar y me matará, yo no quiero morir ―me acurruco más en mi pequeño ovillo humano.

―No debí hablar con nadie, no debí involucrarlos ―muerdo mi labio inferior― esto podía pasar, yo lo sabía, me hice la ciega y ahora todos moriremos por mi egoísmo.

No...

Esto no puede ser, es mentira, lo es, yo sé que lo es.

Fue un mal sueño, una de las tantas pesadillas que tuve en el pasado, no es más que eso. Si dejo que me afecte mi vida se estancará otra vez y no deseo que eso ocurra.

Yo ya estoy logrando integrarme a la sociedad como debe de ser. Un mal sueño no acabará con todo mi esfuerzo, no lo permitiré.

Me pongo de pie y me dirijo hacia baño en donde empiezo a desmaquillarme y sonreír con alegría.

―Todo está bien ―limpio el delineador corrido que se encuentra sobre mis mejillas― todo está normal ―una ligera risa se me escapa mientras noto como las lágrimas se escapan sin mi permiso otra vez.

...

―¿Entonces nos veremos hoy Francisca? ―presiono un poco más el celular contra mi oreja.

―¡Claro! ¿te parece si vienes a mi casa como dentro de una hora? Las chicas también vendrán.

―Bien, entonces dame la ubicación y estaré allí ―busco un papel y lápiz.

―Es en Paloma Blanca, por la calle De la Rosa en la casa 42. Le diré al hombre de la garita que vendrás.

―Bueno, entonces estaré allí pronto ―doy un par de pasos― me iré a arreglar.

―¡Okis! ―cuelga.

Tiro el celular sobre mi cama haciéndolo rebotar hasta que cae sobre el suelo abriéndose en tres partes.

Se arruinó.

Me siento sobre el suelo observando los objetos por unos largos minutos hasta que decido desviar mi vista hacia abajo de la cama.

Al hacerlo una pequeña caja se hace presente, rogando que me acerque a ella y utilice su contenido.

No lo dudo ni dos veces e inserto mi brazo debajo de la cama. Cuando la caja ya se encuentra sobre mis piernas la destapo sin dudar, recibiendo una variedad de productos que creí, no vería pronto.

―La última vez que usé esto fue hace tanto ―susurro al tomar una de las bolsitas con ese polvo blanco entre mi mano― Era una niña aún ―sonrío― Que tiempos... ¿Cómo habría sido mi vida si me hubiese quedado? Ya ni recuerdo el rostro de mis padres ¿Mis hermanos estarán bien? ―dejo la bolsita en su lugar sacando un cigarrillo en su lugar y lo coloco entre mis labios― En el fondo no me arrepiento, al menos mi vida tuvo un ligero sentido durante este tiempo ―saco un encendedor y acerco la llama al cigarrillo― No todo fue tan malo. Tal vez fue un pequeño castigo por mi actuar, por desviarme del camino ―alzo mi mano hacia el techo― Dios sólo hace su trabajo con una pecadora como yo. Una adicta, prostituta, asesina río― No es más que mi merecido. Y pronto volveré a ser castigada, no he sido eximida aún y quizás nunca salga de aquí ―suspiro― Intenté vivir una vida que no era mía y por eso todo me salió mal ―doy una pequeña calada dejando el humo se quede en mis pulmones― Ojalá esto me mate rápido, todos estarían bien y sería más sencillo.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora