28

27 5 3
                                    

Hay dos capítulos antes de este.

―¡BASTA! ―me siento de golpe. Los latidos dentro de mi pecho se encuentran acelerados, mucho más de lo normal.

―¡¿Qué pasa Iveth?! ―pregunta Ricardo alarmado a mi lado― ¿tuviste otra pesadilla? ―nos estacionamos a un lado de la carretera.

―No... ―sostengo mi cabeza con ambas manos― no lo sé ―mi labio inferior tiembla. Mi mente se encuentra en blanco. Aunque intente imaginar algo no puedo, no veo nada.

―No has dormido nada ―toma un mechón de mi cabello haciendo que me sobresalte por el sorpresivo toque― discúlpame, no te quería asustar.

―Todo está bien ―me siento erguida, con la mirada fija en la ventana― no te preocupes.

―No puedes dormir más allá de media hora y aun así te quedas dormida, debes estar exhausta ―puedo percibir preocupación en su voz― ¿siempre pasaste por eso?

―No sé ―aprieto mis labios― Ricardo, no sé nada, sólo sé que me llamo Iveth y eso que no estoy completamente segura.

Ya no me reconozco.

Me recuesto contra el frio cristal. Estamos a punto de entrar a la autopista, en poco tiempo ya estaré con Michael, sé que él me ayudará.

―¿Me puedes decir lo que he hecho en este tiempo? ―bajo mis parpados― no sé en qué tiempo exactamente, pero supongo que puedes resaltar algunas acciones.

El silencio nos envuelve por unos minutos. Quizás debí ser más específica con mi petición, pero no sé qué podría agregar.

―Cuando volviste... ―empieza a conducir― tenías una actitud extraña. Estabas más amable, no sé si me explico ―lo miro de reojo― nos tratabas a todos demasiado bien, como si quisieras agradarles a todos. Creí que era debido a un cambio después de pasar tiempo a solas o no lo sé, pero viendo todo ahora, puedo decirte que eso fue lo primero raro que vi.

Nunca intentaría agradarle a nadie, ni al mismo Ricardo, sea como sea mi mal humor siempre persiste. La amabilidad me cuesta demasiado.

―¿Qué otra diferencia notaste? ―noto como acelera más allá de lo permitido por la ley. Creo que lo estoy poniendo en una situación muy comprometedora, debe estar abrumado.

―Estabas más pálida de lo normal y usabas un maquillaje muy cálido, me refiero a sombras de ojos y un rubor medio naranja. Desde que nos rencontramos no te había visto maquillada, ni para el día que bailaste por primera vez, así que ese detalle llamó mi atención. ―normalmente sólo uso un poco de rímel y labial rojo o vino, más que eso me fastidia― Dijiste que no querías volver a bailar y que te ubicara en otro puesto, casi lo rogaste y como Ángelo no estaba decidí colocarte allí. Además, intentaste acercarte a Rose, pero ella se negó en todo momento ―hago una mueca admito que no parecías tú durante ese tiempo. Pero luego de un momento a otro volviste a ser como antes, bueno, recientemente y eso de alguna manera me tranquilizó.

Y recientemente es que me he dado cuenta de todo esto... intento encontrarle una razón lógica, pero me es imposible, nada se me cruza por la cabeza ¿simplemente me embriague y hasta ahora recupero la conciencia? No, eso es demasiado pretencioso.

¿Y si consumí otra cosa? ¿me volví a drogar? ¿o mi cerebro se dañó por mi mal estilo de vida?

―¿Quién era ese Ángelo? ―su nombre me suena.

―Trabajaba de mesero conmigo en... aquel lugar ―aprieta el volante― Después que pasó lo de la redada y tal nos reencontramos y le conté lo que hice. Juntos nos planteamos la idea de abrir un club propio y fue como mi mano derecha. Se encargaba de presentarse al público y decirme lo que necesitábamos para mantener a los clientes ―frunzo el ceño― pero un día me llamó diciendo que su madre enfermó y que iría a cuidarla dudaba que volvería al trabajo. Le pregunté si necesitaba ayuda, pero me dijo que no, que todo estaba bien. Nos despedimos y luego no supe más nada de él.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora