15

20 5 0
                                    

―No tienes que entrar conmigo.

―Quiero verificar que te dé lo justo.

―Pero yo puedo hacerlo sola. Ya me explicaste la cantidad aproximada que me tiene que dar. Lo tengo memorizado.

Veo como su cuerpo se posa enfrente del mío impidiéndome el paso.

―Por favor Iveth. Déjame estar presente ―musita en voz baja, pero lo suficientemente firme como si me estuviese dando una orden.

―Como quieras ―aparto su cuerpo de mi camino y comienzo a caminar.

Siento como si me estuviese subestimando. Este es mi trabajo, mi renuncia, mi dinero. Él no debería interferir. Yo sé que lo hace por ayudar, pero me incomoda, me hace pensar que soy una inútil.

Toco la puerta un par de veces y entro sin esperar respuesta.

Cuanto me arrepiento de eso.

―Iveth, no pensé que vinieras hoy mismo ―habla el señor Román sereno― ¿trajiste compañía? ¿es tu abogado acaso? ―sonríe de manera tan amable que me perturba.

―¿Abogado? ¿qué pasa Iveth? ―Jordan frunce el ceño, sin embargo, aparto la mirada y la centro en el jefe.

―Jordan, ahora seguimos hablando. Debo atender a Iveth y a su invitado ―noto como el susodicho asiente y sin mediar palabra sale de la oficina― No pensé que estuvieras tan apurada por irte. Terminemos esto pronto, pero no era necesario que trajeras a un abogado, no pensaba robarte ―extiende su mano hacia mi dirección.

Me acerco de inmediato y le doy el cartapacio que contiene mi renuncia.

Esto se siente extraño.

―¿Estás segura que quieres irte? Nos harás mucha falta ―teclea en su computador. ¿Cómo se supone que le crea a alguien que ni siquiera me regala una pequeña mirada?

―Muy segura ―empiezo a mover mi pie con impaciencia.

No sé por qué el ambiente se siente tan tenso, me va a asfixiar.

Lo que menos deseaba era ver a Jordan y de frente fue peor. Espero no encontrarlo afuera, no quiero respirar su mismo aire siquiera.

―Bueno, aquí tienes ―me extiende un cheque― debes saber que la cafetería no se encuentra en su mejor época. Tenemos problemas financieros y por ende no puedo darte más que eso.

Miro el pequeño papel atónita.

―Pero... ―mis ojos se empañan de la nada impidiéndome ver otra vez la pequeña cifra.

―¿Señor qué le pasa? ―pregunta Ricky― ella estuvo trabajando aquí por dos años ¿cómo le va a dar eso?

―Yo me esforcé, yo hice lo mejor que podía para cumplir sus órdenes a la perfección ―aprieto el cheque― le di mis días y noches. Mis vacaciones y bonificaciones ¿y me da esto? ―hago una bola con el papel― ¡Puede irse a la mierda con su maldita cafetería! ―le aviento con fuerza hacia la cara aquel trozo de papel que simboliza el pago por todo mi esfuerzo.

Me doy la vuelta y camino hacia salida sin decir más.

Siento como mi corazón se encoge con cada paso que doy.

Me siento usada.

Explotada.

Irrespetada.

Yo sabía que las personas no eran buenas, siempre estuve anuente de eso, pero ver que me trató como un ser tan insignificante... duele. En el fondo creí que era importante aquí, que era esencial y valorada. Eso, valorada.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora