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Después de dejarse llevar por un impulso las consecuencias son las peores, enfrentar la realidad y analizar tus actos erróneos es la película de terror más mala y humillante que pueda existir.

Y aquí me encuentro yo, reviviendo esa película barata.

No puedo verme al espejo, no puedo tocar mi piel, no puedo estar dentro de mí sin sentirme asqueada.

Quisiera dejar de ser yo, dejar esas costumbres tortuosas que tienden a lastimarme sin remordimientos, como si fuera mi peor enemiga.

Quiero llorar.

Sentarme un instante, plantearme todo y simplemente dejar fluir las lágrimas. Sé que no servirá de nada, llorar nunca me solucionó ningún problema, pero quiero desahogarme de alguna manera.

Quiero encontrar algo.

No sé lo que quiero, tampoco lo que tengo, pero deseo encontrar esa cosa que tanto mencionan, eso que tanto deseaba cuando era adolescente y que con el pasar del tiempo olvidé.

Quisiera usar esa frase de "ojalá pudiera volver a cuando era pequeño y no sabía lo mierda que era ser adulto" envidio a las personas que tienen ese pensamiento. Sinceramente no deseo volver a esa época, pero a la vez no quiero vivir en esta época. No hay lugar en el tiempo donde pueda estar tranquila.

Si pudiera terminar con todo...

Volverme una con la naturaleza y fluir libremente con el viento.

Es gracioso que siempre termino pensando en la naturaleza como zona de escape, ya que odio ese escenario. Es tan tranquilo que lo vuelve tétrico. En el fondo adoro el bullicio, me hace sentir acompañada.

Pero puedo acostumbrarme a los cambios radicales. Decir que tengo un gusto definido es una falacia, nunca he tenido nada propio, que me defina.

Entro a la cafetería en silencio observando como todo se encuentra vacío aún.

Más de mil veces me han dicho que no entre por la puerta principal, que para eso está la de los empleados, pero me niego a entrar por atrás, no lo sé, si empiezo a seguir ciertos tipos de reglas siento que pierdo más trozos de mí, puede parecer ridículo, pero obedecer se ha vuelto mi peor enemigo.

Camino hacia el pequeño vestidor y me adentro a él. Comienzo a desvestirme lentamente tratando que mis manos sólo toquen la tela y que esquiven por completo mi piel.

Abro el casillero y coloco la blusa sobre una percha, luego hago lo mismo con la falda. De la otra percha descuelgo el vestido marrón de botones típico de la cafetería y comienzo a sacudirlo un poco.

―¿Puedo pasar? ―La sorpresiva voz de Jordan hace que dé un respingo por el susto. Miro hacia todos lados presa del pánico en busca de un escondite factible― vamos Iveth, hablemos. Sé que estás ahí, te vi llegar ―carajo.

Me coloco el vestido con rapidez y lo arreglo. Acomodo un poco mi cabello y cierro el casillero con fuerza.

―Pasa ―no quiero verte, vete.

Sin esperar un segundo siquiera escucho como abre la puerta y sus pasos empiezan a acercarse. Doy una inhalación profunda mientras intento acomodar un poco mis pensamientos.

No quiero hablar con nadie hoy.

―Hola... ―saluda con una pequeña sonrisa al verme― ¿cómo amaneciste? ―Se recuesta contra el casillero de manera despreocupada, como si no estuviera consciente del rotundo pánico que navega en mi interior.

No está consiente de eso.

Empiezo a jugar con mis dedos mientras ese tic en la rodilla hace que la mueva con rapidez logrando que mi cuerpo se mueva de forma extraña.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora