Último Capítulo.

21 5 1
                                    

La policía llegará en cualquier momento.

―Estoy consciente de ello.

Fuiste tú la que nos condenó Iveth. Debemos huir, no podemos quedarnos aquí.

Mi cuerpo hace el intento de moverse, pero no se lo permito. Mantengo mi posición al lado del teléfono.

―Aquí no hay culpables ―me doy media vuelta― todos dieron su grano de arena para hundirme. Dios hizo todo lo posible para deshacerse de mí ¿es que acaso soy hija de un demonio? ¿por eso me pasó todo esto?

Camino robóticamente hacia la cocina. Allí, dentro de un cajón saco un cuchillo y lo sostengo con fuerza.

Iveth, déjate de idioteces, tenemos que escapar ¡Déjame huir!

―Tú no te detendrás Amy, no lo harás ―me dirijo hacia mi habitación― le harás daño a más personas inocentes.

¡Te he dicho que no lo haré, no lo necesito!

Me miro frente a un espejo. El rostro rojizo y atemorizado de una albina se hace presente.

―Así que esa es tu apariencia ―toco el reflejo― no nos parecemos en lo mínimo ¿acaso asesinaste usando mi rostro? ―un escalofrío recorre mi columna vertebral― ¿lo último que ellos vieron fue mi expresión de satisfacción?

Deja de decir idioteces Iveth.

―¡¿Me vieron o no?! ―grito.

No, yo me maquillaba, no soy tan imbécil como para dejar tu rostro expuesto.

Así que no me vieron, pero esa información no logra consolarme.

Busco la caja de metal debajo de mi cama y la saco con lentitud.

¿Eso para qué es?

Extraigo de su interior una jeringa que conozco a la perfección. Amarro una liga en mi brazo e inyecto todo el líquido en mi vena de golpe. Mi cuerpo se tensa, pero de inmediato vuelve a su estado normal. Los latidos dentro de mi pecho se aceleran de sobremanera, haciendo que sonría.

¡Deja de meterte esas porquerías! ¡Van a arrestarnos, reacciona!

―¿Así como tú reaccionaste cuando mataste a la primera persona? ―niego.

Miro la pared frente a mí. Todos los dibujos de Lineth se encuentran allí, dándole color a mi turbio panorama.

Quisiera verla otra vez, jugar, llevarla con los niños que la invitaron al futbol. Patinar a su lado.

―Lo siento Lineth ―caigo sobre el suelo― no fui la heroína que creíste que era. Espero que seas feliz, muy feliz. Que tus problemas se basen en alguna calificación baja o un vestido manchado, que no pase de eso.

Cubro mi rostro con ambas manos.

Mi abuela me dijo que buscara el motivo de mi felicidad y estrepitosamente fallé en el intento. Creí encontrarlo, pero fue una vil falacia. En mi mundo nunca podría ser feliz.

Que ingenua fui.

Yo sólo pedía una vida tranquila con momentos memorables. Deseaba una casa y un esposo que me quisiera, no más que eso.

Ricardo, perdóname.

Mi garganta arde al punto de querer asfixiarme.

Me hubiera gustado tanto casarme contigo, hacerte feliz, hacerme feliz, pero sería egoísta, nunca supe con qué ojos te veía o qué sentía ¿era amor? ¿era agradecimiento? Te habría condenado Ricardo, esa es la única vedad.

Mi DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora