Prólogo

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Año 2023. Un año de mierda en la República Argentina, al igual que los últimos ocho años de macrysmo. Quizá usted no lo sepa, mi estimado colega. Ya que su cerebro quedó machacado tras convertirse en zombie. Así que le haré un pequeño resumen para refrescarle la memoria.

El país afrontaba una cruda realidad allá por la segunda mitad del año 2019. El gobierno del presidente Mauro Macry había hecho el estrago social más grande de la historia. Había destruido a la clase media, cerrado cientos de fábricas, dejado a miles de personas sin empleo, aumentado el nivel de pobreza e indigencia, aumentado las tarifas y los servicios a niveles impagables, endeudado al país por más de cien años, arruinado el sistema educativo, y muchísimos destrozos más. Literalmente fundió al Estado, la inflación crecía más y más a pasos agigantados con el pasar de los meses. La Argentina estaba llegando a un punto de no retorno.

Pero entonces, había llegado una oportunidad. La oportunidad de deshacerse de aquel tirano de forma democrática a través de elecciones libres. Las masas apostaban por la fórmula Hernández-Hernández. Sin embargo, para sorpresa de muchos, en un acto repudiable de corrupción y fraude, Macry ganó las elecciones y quedó reelecto como presidente de la Nación por otros cuatro largos y despiadados años más.

Las protestas no se hicieron esperar, claro está. El pueblo estaba indignado. Aun así, nada pudieron hacer. Mauro Macry comenzó su segundo mandato. Y tal como había prometido, hizo las mismas cosas que ya venía haciendo, pero más rápida y contundentemente.

El país había pasado su punto de no retorno. La sociedad se desmoronaba. En la Capital latía un clima de estallido. Soplaban vientos de una inminente Guerra Civil entre clases sociales. Y empeorando infinitamente todo, en una medida ultra fascista, el gobierno nacional desarrolló un virus para liquidar a los pobres, y que supuestamente sólo los afectaría a ellos, en una forma contenida en que los ricos estarían a salvo. El problema fue que este virus evolucionó hasta el punto en que mutó a lo que popularmente se denominó como el «Virus G», saliéndose totalmente de control y provocando una epidemia que arrasó con la salud de los argentinos. Así es, colega. Aquel mismo virus que hizo levantarse de la tumba a los muertos y que lo afectó a usted también, volviéndolo un caminante inconsciente que sólo sigue su instinto primario de alimentación, pero con un gusto particular por la carne humana. Quizá usted ya no recuerde nada a partir de ese punto, pero la epidemia fue controlada, al menos en las principales ciudades, creando las denominadas zonas en cuarentena que quedaban aisladas de las zonas seguras. Las personas tuvieron que aprender a sobrevivir rodeados de predadores que se los querían comer a pedazos.

¿Sabe qué fue lo peor de todo eso? Que a pesar de las pésimas condiciones de vida, tenían que seguir pagando impuestos que no paraban de aumentar. Luz, gas, agua, TGI, transporte, cable, internet, etc. No es que cuando usted y toda esa gente se convirtió en zombie la sociedad haya dejado de existir. Claro que no, continuó como si nada. La pobreza seguía en aumento, la inseguridad también, tanto por mano humana como zombie, y los ricos se seguían llenando los bolsillos a costa del sufrimiento del pueblo.

Sin embargo, la vida de los ricos tampoco era tan placentera. ¿De qué servía tener toda esa riqueza si no podían salir del claustro de sus refugios? Los infelices pasaban los días allí encerrados, apenas pudiendo ver la luz del sol desde los patios de sus casas. Ya no tenían lugares a los que ir. Y para trasladarse de un lugar a otro, ya sea a un club social, o al privado a donde iban a engañar a sus parejas, debían hacerlo con una custodia enorme. Adiós a los paseos. Adiós a los eventos sociales al aire libre. Los únicos eventos sociales a los que podían asistir, eran esas aburridas fiestas de la clase alta donde lo único que hacían era hablar mal de los de su propia calaña. Y que se olvidaran de irse de viaje o mudarse a otro país. El mundo entero tenía cerradas sus fronteras para los argentinos. Ninguno sería bien recibido. El argentino se había convertido en escoria virulenta y sinónimo de muerte. Me compadezco de sus hijos, que debían crecer en un ambiente así de repugnante y tóxico, condenados a convertirse en lo mismo por la mimetización de convivir con ellos.

¿Se podía estar peor? Claro que sí, compañero. Claro que sí. Ya que para el año 2023, el presidente Mauro Macry presentaría su campaña para la re-reelección, con el objetivo de gobernar otros cuatro años. Porque claro está, ya había modificado la constitución para poder ejercer un tercer mandato. Un panorama para nada alentador el que azotaba a la Argentina. ¿Quién sabía qué otras catástrofes podrían desatarse si salía victorioso nuevamente? Creo firmemente que la sociedad perdería definitivamente la fe y caería en la desesperanza total si se cumpliera tal acontecimiento.

Ahora, colega, la cuestión está en cómo se solucionó una situación de tal magnitud que asoló durante tanto tiempo al país. Verá, pues, yo le explicaré. A mediados de Julio, en un invierno crudo y mortífero para los sin techo, ocurrió un evento que cambiaría el transcurso de la historia. Que dejaría orgulloso a nuestros más grandes próceres. Que habría hecho querer volverse a morir a los zombies de Roca y Sarmiento si éstos hubiesen despertado de su letargo.

Por eso lo invito, mi estimado y putrefacto colega de piel verdosa y llena de gusanos, a que se sirva una copa de whisky sin hielo mientras le cuento esta hilarante historia. Le pido que se relaje y preste seria atención a este relato que le hará descubrir esta desopilante, fantástica y aterradora distopía post apocalíptica por la que atravesó nuestra amada República Argentina.

macrysis zWhere stories live. Discover now