6 | El Gato

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Ahora mismo, mi estimado colega, haré una pausa en cuanto al escuadrón Mónika se refiere. Y es debido a que esta historia, al igual que todas las historias, tiene dos versiones. Como las dos caras de una misma moneda. Y así como le cuento las andanzas de este grupo de valientes jóvenes pseudo anarquistas, debo contarle también sobre aquella figura que los atormenta. La malvada figura que hace abuso de poder. Aquel al que consideran el villano.

Mauro Macry, en efecto, era quien ocupaba aquel rol. El hombre que había arrasado con toda una nación. El hombre que había fundido y cerrado escuelas, fábricas, pequeñas y medianas empresas, hospitales e instituciones de todo tipo. El hombre que había endeudado al país por más de doscientos años. El hombre que había vendido la república al FMI y empresas extranjeras. El hombre que estaba tras el telón del narcotráfico y los negocios ilícitos. El hombre que mintió y engañó a las masas lavándoles el cerebro con los medios hegemónicos de comunicación. El hombre que mandó a desarrollar el virus que arrasaría con toda la población de clase baja. El hombre que fue tan estúpido, que no supo contener el cataclismo que él mismo había creado. El hombre que llevó a la Argentina directo al abismo del apocalipsis.

Usted pensará que este sujeto era una mente maestra del mal. Un villano salido de las páginas del cómic más macabro. Un maquiavélico manipulador. Pero lamento decepcionarlo, porque no lo era. Sus únicas cualidades, si es que se podrían considerar así, eran su insaciable codicia y su incontable fortuna millonaria. Pero en realidad no era más que un tonto. Así es, un tonto. Podría usar una alta gama de adjetivos para insultarlo o describir su asqueroso ser. Pero creo que tonto es la mejor opción. Quizá torpe también.

La cuestión es que, para esta parte del relato, tendré piedad de usted, compañero. Y le traduciré todo lo que este infeliz dice a un modo de expresividad en que usted pueda comprenderlo. Aunque, la verdad es que odiaría tener que repetir ese vulgar e inculto lenguaje. Porque a este tonto no se le entendía absolutamente nada cuando hablaba. Clara consecuencia de que sus padres le pagaran los títulos secundarios y universitarios, y de que él nunca haya estudiado realmente. Porque era claramente un ignorante. No sabía hablar. Y no me refiero a un problema motriz para modular o similares, lo cual sería algo perdonable y por lo cual nunca se debe discriminar ni burlarse de nadie. Este tipo era, recalco, un ignorante. Alguien que no sabía articular tres palabras consecutivas sin que se le llene la boca de baba que interrumpiera su léxico. No tenía conocimiento sobre su propio vocabulario ni idioma, no sabía conjugar, no sabía escribir sin errores —y horrores— ortográficos. ¿Por qué es algo tan malo esto?, se preguntará usted. Y la respuesta es simple. Es que este tipo, siendo el tonto e ignorante que es, es el mismísimo presidente de la República Argentina desde hace ocho años. Se supone que su figura sea la de alguien que motive a las masas a ser personas cultas. Se supone que infunda respeto y admiración. Pero no, para lo único que sirvió su nivel de estupidez cada vez que daba la cara, fue la creación de memes en las redes sociales. Incluso el Virus G, etimológicamente denominado así en honor a su fallecido hermano Gianluca Macry, pasó a llamarse popularmente como el Virus Gato, en base al apodo burlesco del susodicho jefe de Estado, a quien a veces le decían también «Miauro».

No obstante, sí había alguien en cuyas venas circulaba la sustancia misma de la maldad. Su nombre era Maru Dávila. Ella era la gobernadora de la provincia de Buenos Aires y quien llevaba la batuta en el Partido Pro-Republicano. Tenía la cara muy alargada y siempre con un gesto de asco hacia todo lo que la rodeaba. Tras el brote zombie, la mayoría de los líderes y figuras representativas de este partido político habían muerto. Y el resto se terminó refugiando en el cuartel subterráneo que se encontraba oculto bajo del Monumento Nacional a la Bandera, cuya existencia era ignorada completamente por la sociedad.

Maru era mil veces más cínica, maquiavélica y cruel que su líder. De hecho, siempre estaba ordenándole qué hacer, como si fuera su títere. Hasta parecería que Macry no era más que la figurita que daba la cara mientras ella y otros, ya muertos ahora, jugaban con los hilos del sistema neoliberal.

macrysis zWhere stories live. Discover now