11 | Estrés

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Caras largas, ojos rojos y miradas clavadas en el suelo. En el ambiente merodeaba una nube de angustia. Se respiraba tristeza. Reinaba el dolor. Abrumaba el estrés.

Nadie hablaba con nadie.

A Pablo y a Paula no les interesaban mucho las pérdidas. Ya que para ellos, no significaban nada. Raúl, en cambio, si había simpatizado con los chicos.

Jeremías sacó su cámara y revisó que no estuviera dañada por el agua. Afortunadamente, la mochila la había protegido. Entonces, de inmediato comenzó con la documentación. François, por su parte, se puso a encender el fuego del hogar para que pudieran calentarse y evitar un desafortunado resfrío.

—¿Deberíamos decir algo sobre ellos? —preguntó inseguro Miguel Ángel.

Todos desviaron la mirada.

—José... —comenzó a orar Lorenzo, tartamudeando— José era... un gran amigo. El único con el que podía compartir el lado otaku de mis gustos raros de friki viejo. Siempre me discutía acerca de que Jojo's era mejor que Evangelion... Sin duda, alguien irreemplazable. Lo voy a extrañar mucho.

—A mí, Andrés siempre me compartía sus cigarrillos —dijo Belén con la voz tomada—. Era la mejor compañía para charlar mientras fumaba que podría haber tenido jamás.

—Ahora están con Dios... —dijo Miguel Ángel.

—¡Dios no existe, gil! —refutó Soledad.

—¡Tu vieja no existe, trola de mierda!

Todos se sobresaltaron y empezaron a hablar y gritar al mismo tiempo, desentendiéndose por completo.

—¡Pará un toque, man! —le dijo enfurecida Belén— ¿Qué mierda te pasa? ¿Por qué siempre tenés que ser tan misógino? ¡No te aguanto más!

Se levantó bruscamente y salió del húmedo living. Y detrás le siguió Lorenzo. Fueron hasta la cocina donde ella se puso a fumar muy nerviosa.

—No le des bola —trató de calmarla—. Sabés que es su forma de pensar conservadora. Pero te aseguro que él está tan dolido como todos nosotros. Sobre todo por José. Ellos eran muy buenos amigos. Se la pasaban hablando sobre videojuegos y cine comercial y de superhéroes todo el tiempo. No creas que no le importaba.

—Quiero estar sola —dijo Belén.

—Creo que lo que más necesitas ahora es compañía.

Belén no le contestó y siguió fumando. La mano y los labios le temblaban.

»Si necesitas hablarlo, o desahogarte, sabés que estoy acá.

—¡Siempre estás acá! ¡Siempre encima de mí! ¿Me querés explicar por qué?

—Bueno, perdón...

—¡Decime!

Lorenzo estaba muy nervioso. El corazón le latía como loco.

—¿No es obvio? —dijo— Vos... me gustas. Me gustas mucho. Pero posta. Creí que ya lo habías notado.

Belén tomó aire fuerte por la nariz, aguantando las ganas de llorar.

—¿Creíste que lo había notado? ¿Y por qué nunca dijiste nada? ¿Por qué siempre das todo por hecho?

—Sentí que no era adecuado, debido a nuestra turbia situación. ¿Y a vos te pasa lo mismo conmigo?

Tuvo que tomar muchísimo valor para hacerle esa arriesgada pregunta.

Y Belén le quería decir que sí. Realmente le quería decir que sí. Pero su corazón y su mente estaban sumergidos en una tormenta catastrófica de sentimientos y pensamientos.

macrysis zWhere stories live. Discover now