16 | Infiltración

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—¿Por dónde es? —preguntó Lorenzo. El lugar parecía un laberinto.

Paula los guió por las instalaciones, el cual tenía varios niveles hacia abajo. Los primeros niveles estaban vacíos. Pero no como si no hubiese nunca nada ahí, sino como si hubiese sido evacuado.

La situación que vendría era esperada, y el grupo ya estaba preparado mentalmente para afrontarla. Una intercepción, una emboscada, era lo más obvio que la corta mentalidad del gabinete gubernamental estaba capacitada para organizar. Pero a pesar de eso, a pesar de que ya se lo veían venir, no contaban con el equipamiento adecuado para enfrentar a los batallones que vendrían. Debían ser más inteligentes que ellos, planear una mejor estrategia. ¿Pero cómo? Estaban en territorio enemigo y sí o sí debían avanzar por el camino principal, ya que no había atajos allí.

El primer batallón de gendarmes se hizo presente, y arrancó el tiroteo. De alguna manera, se las ingeniaron para salir vencedores. No obstante, vendrían más oficiales.

El segundo batallón apareció, y era más pesado que el anterior.

—¡Hermanita! ¡Usa el poder de Perón! —gritó desesperado Jeremías.

Belén lo intentó. Y créame cuando se lo digo, colega, créame que en verdad lo intentó. Utilizó cada gramo de su ser para concentrarse en activarlas. Sin embargo, las manos no reaccionaron. No hubo un brillo que los salve esta vez.

En la movida, François y Miguel Ángel se vieron obligados a separarse del resto del equipo, tomando una ruta alternativa, otro pasillo que no debía ser tomado. Dirección necesaria para evitar ser baleados.

Mientras el tiroteo se llevaba a cabo, Paula aprovechó el disturbio para escapar de sus captores. Pero Lorenzo le sujetó los tobillos y la hizo caer al suelo.

—¡¿Qué haces, pendejo?! —le gritó irritada.

—¡Vos no te vas a ningún lado! —respondió Lorenzo. Tenerla como rehén era la única ventaja que tenían.

—¿Ah, sí?

Paula se puso de pie sin miedo a que le impacten las balas, y se puso en guardia con los puños arriba. Lorenzo aceptó el reto y se puso en guardia también.

»¡Aflojen un toque con los disparos, cavernícolas! —les gritó a los gendarmes.

Las armas cesaron. Los dos contrincantes se encontraban cara a cara como si los rodeara un ring de boxeo. Y el intercambio de golpes con los puños inició.

Lorenzo era muy pendenciero a la hora de una riña, y solía encarar a quien sea a pesar de su estatura media baja de un metro y setenta centímetros. Cosa que siempre les daba confianza a sus enemigos porque creían que, al ser petiso, no tendría oportunidad contra ellos. Y estaban muy equivocados. Él sabía pelear muy bien. Y en los encuentros de uno contra uno, solía desarrollar muy buenas estrategias a medida que se desarrollaba la pelea. Aunque, claro, también era muy listo en cuanto a esto, y era muy consciente de que, cuando no tenía oportunidad de ganar, la mejor opción a elegir sería la de quedarse en el molde. Pero esta no era una situación así. No porque estuviera al cien por ciento seguro de que podía ganarle a Paula. Sino que, si no lo hacía, estarían perdidos.

Dio lo mejor de sí, pero ella era una mujer mucho más experimentada que él. Y no tardó mucho en tirarlo a la lona y vencerlo.

Lorenzo quedó retorciéndose en el suelo. Mientras sus amigos no sabían si mirarlo con decepción o si maldecir el hecho de que estaban a merced de los gendarmes.

Los oficiales de gendarmería rodearon a los chicos del Escuadrón Mónika y los hicieron arrodillarse con las manos en la nuca mientras les apuntaban a punta de fusil, esperando la orden del líder del batallón para volarles los sesos y deshacerse de sus cuerpos tirándolos por la barranca a la turbia y amarronada agua del viejo río Paraná, para que sus cadáveres nunca fueran encontrados.

macrysis zWhere stories live. Discover now